-Dios dio leyes justas para que su pueblo viviera bien -comenzó el padre el culto—. Hay un incidente en el libro de Números que nos habla de la herencia. Cada familia recibiría su heredad al llegar a la tierra prometida, que debía conservar y traspasarla a la siguiente generación. Pero Zelofehad no tuvo hijos varones, sino cinco hijas; ellas no iban a heredar porque el derecho de herencia era para los varones. Así que ellas tuvieron valor y fueron a hablar con Moisés, y le preguntaron si ellas no iban a tener herencia entre su tribu. A Moisés le pareció que debía consultarlo con Dios, como todo lo que hacía, y Dios le dijo que ellas tenían derecho, pues si en una familia no había varones, ellas debían recibir la herencia. Moisés les dio la respuesta y ellas estuvieron contentas. La única condición que recibieron era que debían tener esposos de su misma tribu para que su herencia no pasara a otra tribu. Cada tribu debía conservar sus tierras.
-¡Qué interesante que Dios diera respuesta a la solicitud de las hijas de Zelofehad! -exclamó Susana.
-Sí, Dios se interesa en darnos respuestas a nuestras peticiones. Es significativo este caso porque ellas fueron muy valientes. Probablemente había otras familias en la misma condición, pero no se atrevieron a preguntar; ellas sí, y sus nombres quedaron registrados en la Biblia.
-¡Qué bueno es Dios, le importan sus hijas y sus hijos! -comentó Mateo.
-¡Es tan bueno que se interesa por todos nosotros! —concluyó el padre.
Tu oración:Querido Dios, gracias porque escuchas mis peticiones y las respondes.
¿Sabías qué?
Las hijas de Zelofehad se llamaban Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa.
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