Pero yo les digo: «Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen». Mato 5:44
El rey de siria estaba desesperado. Atacara donde atacara, los israelitas se anticipaban a sus movimientos. ¿Sería que un espía les vendía los secretos militares de Siria? —Es ese Elíseo —dijeron sus generales—. No sabemos cómo, pero descubre nuestros planes y luego se lo dice al rey. Tenemos que eliminarlo. Él es el problema. Enviaron soldados a Dotan, donde se rumoreaba que estaba Elíseo. Sitiaron la ciudad; estaban decididos a capturar a Elíseo, vivo o muerto. Elíseo los vio venir. Sabía qué buscaban. Elíseo oró para que el Señor dejara ciegos a los soldados. No sabemos si los dejó completamente ciegos o solo los confundió. Pero cuando Elíseo salió a su encuentro, les propuso dirigirlos donde necesitaban ir y ellos lo siguieron. Los llevó dieciocho kilómetros hacia Samaría, la capital de Israel. Cuando llegaron, Elíseo oró para que recuperaran la vista. Imagina el terror que sintieron los soldados al descubrir que estaban en manos de su enemigo. El rey de Israel estaba tan sorprendido como los soldados sirios. —¿Qué se supone que tengo que hacer con ellos, matarlos? —preguntó a Elíseo. —De ningún modo —dijo el profeta—. Son nuestros invitados. Celebremos un banquete antes de que regresen a su casa. Y eso es lo que sucedió. El rey no les dio una rebanada de pan y unas pocas uvas. Preparó un banquete para sus enemigos y los dejó regresar a casa. El relato de la Biblia termina con las palabras: «Desde entonces los sirios dejaron de hacer correrías en territorio israelita». Al final, subieron al trono nuevos reyes y ambos países volvieron a estar en guerra. Pero durante años vivieron en paz, La mejor manera de destruir a nuestros enemigos es hacerlos amigos nuestros.
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.
El rey de siria estaba desesperado. Atacara donde atacara, los israelitas se anticipaban a sus movimientos. ¿Sería que un espía les vendía los secretos militares de Siria? —Es ese Elíseo —dijeron sus generales—. No sabemos cómo, pero descubre nuestros planes y luego se lo dice al rey. Tenemos que eliminarlo. Él es el problema. Enviaron soldados a Dotan, donde se rumoreaba que estaba Elíseo. Sitiaron la ciudad; estaban decididos a capturar a Elíseo, vivo o muerto. Elíseo los vio venir. Sabía qué buscaban. Elíseo oró para que el Señor dejara ciegos a los soldados. No sabemos si los dejó completamente ciegos o solo los confundió. Pero cuando Elíseo salió a su encuentro, les propuso dirigirlos donde necesitaban ir y ellos lo siguieron. Los llevó dieciocho kilómetros hacia Samaría, la capital de Israel. Cuando llegaron, Elíseo oró para que recuperaran la vista. Imagina el terror que sintieron los soldados al descubrir que estaban en manos de su enemigo. El rey de Israel estaba tan sorprendido como los soldados sirios. —¿Qué se supone que tengo que hacer con ellos, matarlos? —preguntó a Elíseo. —De ningún modo —dijo el profeta—. Son nuestros invitados. Celebremos un banquete antes de que regresen a su casa. Y eso es lo que sucedió. El rey no les dio una rebanada de pan y unas pocas uvas. Preparó un banquete para sus enemigos y los dejó regresar a casa. El relato de la Biblia termina con las palabras: «Desde entonces los sirios dejaron de hacer correrías en territorio israelita». Al final, subieron al trono nuevos reyes y ambos países volvieron a estar en guerra. Pero durante años vivieron en paz, La mejor manera de destruir a nuestros enemigos es hacerlos amigos nuestros.
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.
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