miércoles, 31 de marzo de 2010

¿QUÉ TIENES EN TUS MANOS?

¿Qué tienes en la mano?», preguntó el Señor. «Una vara», respondió Moisés. Éxodo 4:2.
Una vara no era un arma para sentirse poderoso para la tremenda tarea que le asignaba Dios. Nadie más que Moisés conocía los ejércitos del país más poderoso de la tierra en aquella época. Al parecer el milagro que Dios hizo con la vara, al convertirla en serpiente y luego en vara de nuevo, no persuadió a Moisés, porque siguió con su argumento desfavorablemente sobre la comisión que Dios le daba.
Moisés se dio cuenta de que con un pedazo de madera no iba a conseguir nada. Tal vez su discurso sí podría persuadir a Faraón o lograr la adhesión de todo el ejército, pero él conocía sus debilidades, por eso le dijo a Dios: «Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar» (Éxodo 4: 10). Estás muy relacionado con esta historia y conoces los portentosos milagros que Dios operó a través de aquella vara.
¿Puedes imaginarte la cara que pusieron Moisés y su hermano Aarón, cuando la vara tocó las aguas de Egipto y se convirtieron en sangre? ¿Recuerdas también cuando Moisés alzó la vara y se dividieron las aguas del Mar Rojo? La vara no era un instrumento para la guerra, pero en las manos de Dios se convirtió en un arma letal para Egipto y una poderosísima arma de defensa para su pueblo.
Frecuentemente llegan a las instituciones educativas adventistas, jóvenes que responden al ideal que Dios tiene para sus hijos. Buscan una preparación profesional de «altos vuelos». Una vez me dijo un joven: «Sé utilizar el machete y trabajar con él todo el día si es necesario». ¡Y valla que le hizo frente al desafío, para obtener un estudio universitario! Ahora es un profesional, que se abrió paso en la vida académica con la fuerza de sus manos, trabajo en el campo, en la finca. ¿Qué tienes en tus manos para servirle a Dios? Él hará grandes milagros en tu vida, si pones lo que tienes a su servicio.
«Dios aceptará a los jóvenes con sus talentos y su caudal de afecto si quieren consagrarse a él». MJ 168.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

VIVAMOS LO QUE SOMOS

Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna (Romanos 6:22).

Cuando nos damos cuenta de que somos libres del mal, y que estamos bajo el dominio de Dios, empezamos a actuar en armonía con la nueva hegemonía a la que pertenecemos. Nuestra vida cambia y comenzamos a practicar la justicia, que es la norma de Cristo. Los frutos de esta nueva vida se dejan ver: Llegamos ser santos, porque entramos en la senda de la comunión con Dios. Esta nueva ruta que tomamos es la ruta que conduce a la vida eterna. La senda anterior conducía a la muerte eterna.
Todos los imperativos de la vida cristiana tienen una finalidad: Vivir lo que somos. Sean justos, porque Dios nos llamó a la justicia; sean santos, porque Dios nos llamó a la santidad; sean buenos, porque Dios nos llamó a la bondad; obedezcan los mandamientos, porque Dios nos llama a la obediencia. Estamos en un nuevo camino, debemos vivir en armonía con ese camino. Pertenecemos a un nuevo reino; vivamos en armonía con lo que ese reino representa. Somos hijos de Dios; vivamos como tales. El apóstol lo hace claro: «No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia» (Rom. 6:13).
Todos estos imperativos nos hablan de la fragilidad del ser humano. Hemos sido deteriorados por el mal. El pecado nos ha incapacitado para amar y seguir el bien. Naturalmente no estamos inclinados a buscar a Dios. La justicia de su reino no la asimilamos fácilmente. Al andar en los caminos de Dios vamos en contra de la corriente. De allí que Dios nos invita, nos llama, nos anima, nos capacita; de allí que fallamos y representamos mal al Dios que servimos. Pero Dios nos dice: «Recuerden, ustedes ya no son así. Son siervos de la justicia; son hijos de Dios; vivan lo que son».

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

martes, 30 de marzo de 2010

PARA NO OLVIDAR

Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias. Salmos 103:2,3.

Te imaginas que carecieras de la capacidad de recordar? ¿Que no pudieras recordar la fiesta de tu graduación, el día de tu boda, quiénes son tus seres más queridos? Imagina que cada día tuvieras que mirar un álbum de fotos o una película sobre tu pasado para conocerlo, porque te despiertas con la mente en blanco. Por más que te esfuerzas, no recuerdas nada.
¿Te imaginas que no pudieses olvidar? ¿Cómo te sentirías si en cada momento tu cabeza explotara con recuerdos de aquella desagradable persona que te hizo enojar, de la otra que te ofendió, de un accidente que ocurrió ya hace muchos años, del episodio de un jefe o maestro que te trató mal injustamente, de la muerte de alguno de tus más allegados? Y, cuando tratas de espantar esos recuerdos de tu mente vienen otros que son peores o mejores.
Dios nos ha dado ambas capacidades: Recordar y olvidar. Las dos son una bendición. ¿Qué es lo que no debemos olvidar? Moisés le dijo al pueblo de Israel en su discurso final: «¡Tengan cuidado! Presten atención y no olviden las cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus nietos». «Tengan, pues, cuidado de no olvidar el pacto que el Señor su Dios ha hecho con ustedes. No se fabriquen ídolos de ninguna figura que el Señor su Dios les haya prohi¬bido» (Deuteronomio 4: 9, 23).
El texto de hoy, es una invitación a no olvidar a quien sana toda dolencia y perdona cada pecado. Tanto el recuerdo excesivo de los males pasados, como el olvido de los beneficios divinos, provocan incertidumbre y temor. «No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada» (Eventos de los últimos días, p. 73). Ofrezcamos nuestra alabanza a Dios por su gracia y compasión, por las bondades concretas y por el perdón. El día de hoy recuerda sus bendiciones y olvida tus pecados perdonados.
«Cuando estamos rodeados por influencias destinadas a apartarnos de Dios, nuestras peticiones de ayuda y fuerza deber ser incansables». MJ 246.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

SIERVOS TODAVÍA

Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad (Romanos 6: 19).

El hecho de ser liberados del poder del pecado no significa que nunca más vamos a cometer una falta o a caer en un pecado. La liberación es del dominio del mal en la vida, no de la posibilidad de pecar. Notemos las palabras del apóstol Pablo: «Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos» (Rom. 6: 12). Antes de conocer a Cristo pensábamos que lo normal era ser como éramos. Vivir como vivíamos era para nosotros el modo común y natural de vivir. Pensábamos que lo que hacíamos era lo normal. Pero al relacionamos con Cristo, cambia nuestra manera de ver las cosas. Ahora vemos que hay otra manera de vivir; otra manera de ser. Se abre delante de nosotros la posibilidad de vivir una vida diferente. Ya el pecado no se apodera de nuestra vida; no reina más, ni somos más sus súbditos leales ante quien tenemos que inclinarnos en obediencia ciega. Ese dominio se rompió. Cristo lo eliminó. Pero esta liberación del yugo del pecado trae un nuevo estatus y condición. Antes éramos esclavos de Satanás; ahora somos esclavos de Cristo. Antes éramos siervos del pecado; ahora somos siervos de la justicia. Pablo lo ilustra bien: «En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia» (Rom. 6: 18). En el mundo existen solo dos poderes: el bien y el mal. Existen solo dos señoríos: el de Cristo y el de Satanás. No hay terreno medio, ni medias aguas. No hay neutralidad. Cuando Cristo nos libera, llegamos a ser de él. Al llegar a ser suyos, el dominio del mal se rompe, y ahora somos aliados de la justicia. Ese es el indicativo: Somos libres del mal, y por ese mismo hecho, ahora somos siervos de la justicia. Ya no tenemos que vivir a la manera antigua. De allí viene el imperativo: Vivamos como se vive la vida en Cristo.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

lunes, 29 de marzo de 2010

CONFÍA EN SUS PROMESAS

Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Proverbios 16:3.

Los pronósticos no eran ¿muy halagüeños: Ríos desbordados, colonias inundadas, zona declarada en desastre, días lluviosos y nublados. Por la mente de Juan Pérez Nájera todavía pasaba la pregunta: «¿Será que debamos ir?» Junto con su iglesia, Juan había sido invitado para servir en el equipo de apoyo en un «camporí» en Veracruz, México, y como líder del grupo estaba preocupado por las noticias. Una fuerte lluvia, después de tres horas de camino, lo hizo titubear, pero un arco iris le devolvió la tranquilidad.
Después llamó por teléfono al campamento para saber cómo estaba todo. Escuchó la voz serena del encargado que le decía que todo seguía en pie. Quizá esperaba escuchar un: «¡No, ya no vengan porque todo está cancelado!». Mientras se acercaban a su destino, podían ver hermosas cascadas en la cima de las montañas, un panorama rico en vegetación, bendecido por las lluvias. Al entrar al campamento un fuerte aguacero les dio la bienvenida, y observaron un panorama desalentador: Lodo por todos lados, la mayoría de los «acampantes» mojados, y las instalaciones sin corriente eléctrica. En el rostro del pastor juvenil que los había invitado había una angustia evidente. Juan pensó de nuevo: «Esto es un caos, no debimos haber venido».
La desesperación cundía por todas partes. Uno de los directores decía: «A mi club se le mojó toda la ropa y ya se quieren regresar». «Que se pongan el uniforme de gala todo el fin de semana, así lo amarán más. Anímenlos a que se queden», respondió el ministro juvenil.
Juan veía al ministro preocupado, pero a la vez esperanzado. Él tenía fe en que estaña bien. Entonces vino a su mente la escena cuando el pueblo de Israel murmuraba a Moisés: «¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!» (Éxodo 14: 12). Ese viaje fue toda una bendición. El evento se llevó a cabo sin más interrupciones. Juan aprendió a colocar sus planes en las manos de Dios y confiar en sus promesas. Se dio cuenta de que únicamente es cuestión de esperar, él sabe el momento justo para derramar sus bendiciones.
«A lo largo del áspero camino que conduce a la vida eterna hay manantiales de gozo para refrescar a los fatigados». MJ 148.


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

LIBRES AL FIN

Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundo la gracia (Romanos 5: 20).

Una de las primeras cosas que trae a nuestra vida la relación con Cristo, es un cambio de perspectiva. Cuando hemos recibido la declaración de imputación de la justicia de Cristo, comenzamos a experimentar un nuevo enfoque de nuestra vida. Dice el apóstol: «Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva» (Rom. 6: 2-4). Es claro que cuando una persona acepta a Cristo, lo acepta para que gobierne su vida. Así que lo primero que Cristo hace por el justificado, es inducirlo a vivir una vida distinta. Una vida guiada por Dios, libre de la esclavitud de nuestra vida pasada.
Sigue diciendo el apóstol: «Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado» (vers. 6). Se abre delante de nosotros una nueva perspectiva de vida; ya no tenemos que ser esclavos de nuestros vicios y pasiones. No tenemos que obedecer a nuestras inclinaciones. Ese yugo ha sido roto. Las cadenas del pecado han sido destruidas. Hemos sido emancipados por Cristo para vivir una vida distinta a la que vivíamos antes. La razón básica que sustenta esta nueva manera de ver las cosas, es que Cristo nos ha liberado de las garras del mal.
Es como si hubiésemos muerto al pecado: «De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (vers. 11). Lo interesante de esto es que cuando Cristo nos libera de las garras del mal, nos da una nueva perspectiva de las cosas; tenemos una nueva cosmovisión. Abre delante de nosotros un nuevo camino. El panorama de nuestra vida se transforma. Estamos en contacto con un Cristo viviente que influye sobre nuestra vida para bien.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

domingo, 28 de marzo de 2010

NADA COMO LA FAMILIA

Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos, salmos 84:10.

Raquel de Korniejczuk evoca este versículo mientras está sentada en el avión «de regreso a casa». Aunque, según dice, no va a su casa, sino a la de sus padres. Aunque no ha vivido con ellos en los últimos treinta y cinco años, todavía la considera como su casa. Allí es donde creció al lado de sus padres con todo su afecto, son tantos los recuerdos de la infancia y la seguridad de lo conocido. Hay pocas sensaciones más refrescantes que «ir a casa», «volver a casa», «sentirse como en casa», y «estar en casa». No importa cuan pobre o lujosa sea, la casa es el único lugar del mundo donde uno siente que realmente pertenece, donde hay seguridad.
David sabía lo que significaba estar en la casa y fuera de ella. Como fugitivo, muchas veces había huido de su casa por temor a su vida. Los estudiosos del texto bíblico creen que el Salmo 84 fue escrito en el exilio. Pero su autor, David, no añora volver a su casa con su familia, sino estar en la casa de Dios. Y lo expresa con figuras del lenguaje donde utiliza la hipérbole para enfatizar su idea: Un día en el patio de la casa de Dios es mejor que mil días en cualquier otro lugar de la tierra. Parece que el propio salmista se siente indigno de entrar en la casa de Dios, porque se conforma con estar afuera, a la entrada, en el patio. Es mucho mejor, dice David, ser un siervo en el santuario de Dios que ser honrado por los malos y perder la presencia de Dios en el Templo. ¿Qué tiene la casa de Dios para que sea tan apetecible una posición de siervo en sus espacios exteriores?
«El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!» (Salmo 84: 11, 12).
Así, al transitar las horas de este día, pon toda tu confianza en nuestro amante Padre celestial para vivir libre del temor.
«Es más seguro para ustedes estar donde Cristo dijo que él estaría». MJ 138

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL PODER DE LA INFLUENCIA

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloría del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu (2 Corintios 3: 18).

Un asunto tan trascendental como es el plan de salvación, tiene que tener implicaciones profundas en la vida de los que se acogen a él. Como este plan implica una relación personal, es imposible que el ser humano no salga afectado por ella. La relación es con la persona de Cristo.
Es imposible que tengamos una relación personal con él, y que no salgamos influidos por lo que él es. Se dice que un pensador griego dijo una vez: «Soy una parte de todos aquellos a quienes he conocido». Tratar con personas nos afecta de una forma u otra. Es una gran verdad que «hay misteriosos vínculos que ligan las almas, de manera que el corazón de uno responde al corazón del otro» (Consejos para maestros, padres y alumnos, p. 211). Una vez que nos hemos relacionado con alguien, ya no seremos los mismos de antes. Se nos dice: «Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o mal. Nuestra influencia tiende a elevar o a degradar; es sentida por otros, hace que los demás obren impulsados por ella, y en un grado mayor o menor es reproducida por otros» (Consejos sobre la salud, p. 418).
Esto que llamamos el poder de la influencia, es especialmente cierto en lo que respecta a nuestra relación con Cristo. Cuando conocemos a Cristo y su esfuerzo salvador, cuando intimamos con él y llega a ser un amigo personal, se convierte en una influencia poderosa en nuestras vidas. Su manera de ser y de pensar nos va a afectar profundamente. Si en verdad lo conocemos, ya no seremos los mismos.
Por el hecho de conocer el evangelio de Cristo y aceptar su ofrecimiento, hemos caído bajo la influencia de su vida. Esa vida nos va a cambiar para bien. No puede ser de otra manera. Creer en él nos ha colocado bajo la esfera de su influencia. Por eso vamos a considerar cuáles son las implicaciones que tiene para el ser humano ser objeto de la gracia de Dios. Eso lo consideraremos en los días que siguen. Que el Señor nos permita ser transformados a su imagen.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

sábado, 27 de marzo de 2010

UN VERDADERO REFUGIO

El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Salmos 46:11.

¿Para qué queremos un ejército? Así salió David para la batalla, «en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel» (1 Samuel 17: 45).
¿Pero nosotros? ¿Un ejército? ¿Contra quién habríamos de ir con esa consigna? ¿Cuál es la finalidad de un ejército? Vivimos tiempos de inseguridad en nuestros hogares, en nuestras instituciones sociales, en nuestras ciudades y nuestra nación. Los sistemas de seguridad han aumentado en todo sentido, incluso para nuestro equipo de cómputo.
Los ciudadanos reclamamos al gobierno un el ejército que proteja la integridad del país. Y cuando las fuerzas armadas se dirigen a alguna región, nos damos cuenta que los programas de seguridad van en serio. Desde el punto de vista sicológico también oímos hablar de la necesidad del ser humano de buscar refugios. Utiliza el trabajo, la diversión, los deportes extremos, los últimos avances tecnológicos y otros «escondites». Pero al final, nos damos cuenta que ninguno de estos «refugios» llena el vacío en el alma.
El ser humano necesita sentirse amparado y fortalecido debido a que su entorno social está lleno de temor y angustia. El mundo es un lugar inhóspito para el desarrollo de las gracias espirituales. Además, nos hallamos en medio del fragor de un verdadero combate entre Cristo y Satanás. Necesitamos un refugio para protegernos de los ataques del enemigo. Sus armas están dirigidas para minar nuestra fe. Nos ataca con las balas del desaliento, la angustia, el miedo.
El texto de hoy nos lleva a nuestro Padre celestial. Nos invita a acercarnos con fe. Necesitamos dedicar más tiempo a la oración ferviente, abrir nuestro corazón a Dios para que nos dé fortaleza ante las batallas de la vida. Refugiados... Son personas que viven arrinconadas en su propio país o que son protegidas en otro país. ¿No es así con los hijos de Dios en este mundo? Cuando sientas la necesidad de protección para tu alma agobiada, recuerda que tu Padre celestial es el Refugio perfecto. Bajo sus alas estarás seguro.
«Aquel que triunfó sobre el adversario [...] comprende el poder de Satanás [...] y lo ha vencido en nuestro favor». MJ 48.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

ENTREGA CONSTANTE

Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante (Filipenses 3: 13).

En el plan de salvación no es suficiente que hayamos entregado tan solo una vez nuestra voluntad a Dios. Debemos hacerlo continuamente, como demostración de que nuestra decisión no ha cambiado. Puesto que somos libres para cambiar de opinión y deseo, Dios quiere que cada día le permitamos intervenir en nuestra vida. Haberlo hecho una vez en el pasado, no es ninguna garantía en seres que son libres para pensar y actuar.
Muchos cristianos que comenzaron bien la carrera cristiana, después de un tiempo se convierten en personas que se enorgullecen de sus obras buenas y piensan que estas les garantizan la salvación. Hay otros que piensan que deben hacer algo para ganar la salvación, y luchan denodadamente para demostrar a Dios el deseo que tienen de ser salvos. Aun hay otros que luchan por ser buenos, y cuando no lo logran plenamente, se frustran y piensan que la salvación es muy difícil de conseguir, y albergan dudas de si alguna vez podrán estar en el reino de Dios.
Cuando recordamos lo maravilloso que es Dios, que ha provisto todo para nuestra salvación, cuando nos esforzamos por entregarle cada día nuestra voluntad, cuando confiamos en que somos sus hijos y nunca nos abandonará, desaparecen las preocupaciones con respecto a la salvación personal.
Si la salvación personal descansara en el esfuerzo humano, entonces sí deberíamos preocuparnos. Porque el esfuerzo humano es frágil, somos débiles, nuestra tendencia es mala, nuestra comprensión es limitada. Somos incapaces de hacer el bien consistentemente; y cuando lo hemos hecho, lo saturamos de orgullo y motivos egoístas. Pero gracias a Dios que él ha hecho una provisión amplia, que solo debemos aceptar y ser humildes. No podemos agregarle nada. Se nos recuerda: «Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana» (Palabras de vida del gran maestro, p. 253).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

viernes, 26 de marzo de 2010

COMIENZA TU DÍA EN LA TARDE

Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha. Salmos 55:17.

¿Cuándo comienza tu día? ¿En la tarde? Sin duda te has dado cuenta que la industria del entretenimiento, se consolida precisamente en los horarios vespertinos, especialmente cuando comienza la noche. Es «la hora pico» para la televisión. Después de un día de ocupaciones llegamos a casa y somos espectadores de noticieros nacionales, internacionales, deportivos, de los espectáculos; somos seducidos por los encuentros deportivos que tienen una programación anual verdaderamente cautivante; nos embelesamos con ciclos cuidadosamente planeados en las temporadas anuales de los diferentes deportes y encuentros mundiales en alguna época del año. ¡Cada año!
Esos son los hechos. ¿Alguna vez has pensado que formas parte de esta gran guerra cósmica entre el bien y el mal que se lleva a cabo en todo el universo pero concretamente en el escenario de nuestro mundo? ¿Has imaginado que es una lucha para capturar nuestro tiempo, atención y pensamientos? La vida nocturna se ha incrementado de modo que, si nos descuidamos, nos vamos a la cama a altas horas de la noche, sin haber dedicado tiempo a la reflexión y a la comunión con Dios. Te voy a hacer una propuesta: Comienza tu día al atardecer. Busca un tiempo especial para reflexionar acerca de las actividades de tu día de clases o trabajo. Tendrás sin duda muchas cosas que agradecer a Dios, y también muchas perplejidades que comunicarle para que te ayude a considerarlas dentro del plan y su voluntad para tu vida. Podrás, asimismo, acercarte con corazón contrito para buscar su perdón.
Entonces considera la «agenda» de responsabilidades para cuando termine la noche y amanezca y te introduzcas otra vez en el remolino de actividades, viajes, y tareas pendientes. Te pondrás en paz con Dios, pondrás en sus manos tus cargas y podrás dormir confiado. Cuando amanezca, como dice el texto de hoy, «de mañana», podrás dedicarte a Dios de acuerdo con la agenda considerada con él y salir a cumplir tus deberes. Y «a mediodía» tendrás el privilegio de comunicarte otra vez con él. Pruébalo hoy. Descubrirás un nuevo y fascinante horizonte en tu vida.
«La vida de Jesús era una vida de confianza constante, sostenida por una comunión continua; y su servicio para el cielo y la tierra fue sin fracaso ni vacilación». MJ 115.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

¿CUÁNTO CRÉDITO TENEMOS?

Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió (2 Pedro 1: 10).

Rendir nuestra voluntad a dios y aceptar las provisiones que ha hecho para nuestra salvación, es lo único que nos toca hacer. Esto consiste en darle a Dios permiso para que actúe en nuestra vida. Cuando lo hacemos, él nos llevará paso a paso a la Canaán celestial. Todo el crédito es suyo. El ser humano solo accede.
Frecuentemente se levanta la pregunta sobre cuál es el papel de la voluntad humana en el plan de salvación. Citamos comúnmente el refrán popular: «Dios dice: "Ayúdate que yo te ayudaré"». Con esto queremos decir que de¬bemos esforzarnos al máximo para ser salvos; y cuando ya no podamos, entonces Dios viene en nuestra ayuda. Para esta mentalidad, la salvación es algo así como tres cuartos de crédito al ser humano y un cuarto de crédito a Dios.
Otros, exagerando una ilustración conocida, dicen que la salvación es como remar un bote de dos remos. En un lado está Dios y en el otro lado el ser humano. Para llegar al puerto de la salvación, tenemos que remar parejo con Dios. Esto parece dar un cincuenta por ciento del mérito a Dios, y el otro cincuenta al hombre. Aunque se le da un poco más de crédito a Dios, todavía es solo la mitad del esfuerzo.
Sin embargo, la salvación es, de principio a fin, una obra de la gracia de Dios. No hay nada que podamos hacer para obtenerla solos o asociados. Ni siquiera la fe, que es el brazo del Omnipotente, es creación nuestra. No contribuimos en nada, salvo en nuestra aceptación de las provisiones de la gracia de Dios. Y eso porque somos seres libres y Dios no nos puede llevar al cielo en contra de nuestra voluntad. Se nos dice: «¿Qué es la justificación por la fe? Es la obra de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que él no tiene la capacidad de hacer por sí mismo» (Testimonios para los ministros, p. 464).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

jueves, 25 de marzo de 2010

POR EL BUEN CAMINO

Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. Proverbios 3:6.

¿Tienes identificados tus caminos? Cómo cada persona, construyes tu camino con tus decisiones. Cada camino en nuestra vida nos conduce a un viaje de desarrollo, crecimiento y servicio, hasta llegar a nuestro destino.
Está el camino mediante el cual buscamos consejo, discutimos con otros para enriquecer nuestras opiniones. Reconocer a Dios significa no querer ser «sabio en tu propia opinión» (vers. 7).
El camino del mal, ese al que somos llevados algunas veces por nuestros amigos, o al que nos aventuramos por decisión propia. Camino en el cual no podemos asegurarnos la compañía de Dios y por lo tanto no lo reconocemos. La orientación es: «Huye del mal» (vers. 7).
Luego está el camino por medio del cual utilizamos nuestros recursos. El trabajo es el ejercicio de la profesión, mediante él percibimos dinero y obtenemos bienes materiales. Es importante reconocer a Dios en este camino para honrarlo con nuestros bienes (vers. 9, RV95).
Algunas veces transitamos por caminos de dificultades, de vicisitudes, de problemas. Comenzamos a dudar de Dios, a buscar a quién echarle la culpa. Reconocer a Dios en este camino significa no dudar de su amor, porque su relación con nosotros es «como corrige un padre a su hijo querido» (vers. 12).
Está también el camino mediante el cual creces intelectualmente. El camino de la educación, ya sea que la adquieras en la escuela o que la obtengas por tu propia cuenta, házte cargo de tu desarrollo y actualización profesional. Reconocer a Dios en este camino significa que tu horizonte del saber se extiende más allá de la obtención de información, y busques la verdadera sabiduría. Esa sabiduría que el autor de los Proverbios, el rey Salomón, sabía muy bien que provenía de Dios, y que aquí califica como «árbol de vida».
Y finalmente está el camino del servicio a los demás. Reconocer a Dios en este camino significa no negarse a hacer el bien (vers. 27).
Reconocer a Dios en todos los caminos tiene una gran recompensa: «Al acostarte, no tendrás temor alguno» (vers. 24).
«Cristo dice a cada uno de los que se ocupan en su obra: "Estoy a tu mano derecha para ayudarte"». MJ 99


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

¿CUÁL ES EL MÉRITO?

Y sí es por grada, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería grada (Romanos 11: 6).

Se ha estudiado la dinámica de la justificación, es decir, cómo funciona en la vida práctica el hecho de ser justificados por Dios. Lo hicimos con el propósito de determinar cuál es la parte que los seres humanos deben desempeñar en el proceso. Porque, aunque la justificación se puede dar en un instante, hay un proceso mental que nos lleva a ella.
Hemos visto que para alcanzar la justificación debemos tener convicción de pecado. Es decir, reconocer nuestra condición y nuestros actos pecaminosos. Vimos que no podríamos hacerlo si no fuera por el Espíritu Santo, que produce este convencimiento. Consideramos el asunto de la fe, y vimos que es un don de Dios que nos capacita para creer que Jesús nos puede ayudar. También vimos que junto con la convicción de pecado, viene la contrición, que es el dolor que se experimenta cuando nos damos cuenta de que hemos pecado contra Dios, esto también lo produce el Espíritu de Dios en el corazón humano. Luego consideramos que el Espíritu nos lleva al arrepentimiento; y que si no fuera por él, caeríamos en un arrepentimiento falso. Hablamos de la confesión, que es la obra divina que nos ayuda a emanciparnos del pecado y a solucionar el pernicioso complejo de culpa. Finalmente, discurrimos sobre el perdón y lo maravilloso que es tener a un Dios que perdona cualquier pecado, y nos limpia del mal. Allí, sin embargo, reflexionamos sobre el pecado que Dios no puede perdonar, y lo que eso significa en la experiencia humana.
Al hacer esta síntesis, nos damos cuenta de que Dios es el que produce todo. Para que el ser humano pudiera ser redimido, Dios tenía que buscarlo; como el hombre no puede volver a Dios por sí solo, el Señor tiene que habilitarlo; como no tenía con qué pagar la deuda, Dios se la perdona. ¿Cuál es, entonces, nuestra responsabilidad? ¿Qué es lo que los seres humanos tenemos que hacer? Hay una sola cosa que tenemos que hacer: Aceptar lo que Dios nos da y rendir nuestra voluntad a él.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

miércoles, 24 de marzo de 2010

DIOS PIENSA EN TI

Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes. Salmo 40:17.

Una cosa es que alguien con autoridad te escuche y otra cosa es que piense en ti ¿no es cierto? Pues en este Salmo, David comienza con la declaración de que Dios se inclinó a él y oyó su clamor, y termina con el texto citado el día de hoy. ¿Alguna vez has logrado que alguien importante te escuche? Obtener una entrevista con el director de la organización, una autoridad gubernamental, siempre lo consideramos como un logro, especialmente si percibimos que hemos sido escuchados. David dice de Dios: «Se inclinó hacia mí» (vers. 1).
Pero lograr que las personas a las que acudimos atiendan nuestra solicitud es algo muy difícil. Y que lleguen a pensar en nosotros más. ¡Eso sería fantástico! Mi madre le escribió un día al Presidente de la República. Mi padre enfrentaba una situación a todas luces injusta en su relación laboral con el gobierno. Entonces mi madre, que es una gran mujer de fe, decidió llevar este asunto a la instancia más elevada del país.
¿Sabes qué? ¡Pues que el Presidente contestó su carta! Le prometió que resolverían el caso... ¡Y lo resolvieron a favor de mi padre! En este Salmo, David nos invita a acudir al trono del universo con nuestras solicitudes, preocupaciones; cargas físicas, mentales y espirituales. El Salmo tiene declaraciones verdaderamente animadoras:
  • «Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios» (vers. 3).
  • «Dichoso el que pone su confianza en el Señor» (vers. 4).
  • «Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho» (vers. 5).
  • «No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro» (vers. 5).

En el corazón de este Salmo hay una declaración que vincula a Jesucristo con nosotros. Está en el versículo 7: «"Aquí me tienes", como el libro dice de mí». Luego se alude a esta declaración en Hebreos 10: 5-7. El nexo entre estos dos pasajes es importante, porque sabemos que Jesús es nuestro Hermano mayor y está en la presencia de Dios como nuestro ¡Defensor! Ten la completa garantía de que Dios pensará en ti. Puedes estar afligido y necesitado, pero no estás solo. Puedes enfrentar el día sin temor.

«El Señor está al tanto de los secretos de cada alma». MJ 245


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL PUNTO DE NO RETORNO

¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado, y que ha insultado al Espíritu de la gracia? (Hebreos 10:29).

Muchos estamos familiarizados con personas que una vez estuvieron en la iglesia, se apartaron, pero después regresaron al redil. No fue imposible para ellos arrepentirse de su descarrío y volver. Lo que sucede es que en este pasaje se habla de apostatar de Cristo, no de la iglesia o de alguna doctrina. Se refiere a los que dan la espalda a Cristo después de haber sido iluminados. Los individuos que se apartan de una comunidad religiosa o dejan de creer en alguna doctrina o punto de vista teológico, no necesariamente se apartan de Cristo. Puede ser que se cambien de una denominación cristiana a otra, por razones doctrinales o teológicas, pero eso no implica darle la espalda al Salvador.
De acuerdo a Pablo, es muy diferente lo que sucedía en tiempos apostólicos. Entonces había muchos judíos que se habían convertido a la fe cristiana, muchos de ellos eran antiguos fariseos o sacerdotes convertidos. Abrazaron la fe cristiana y experimentaron las bendiciones de la nueva era traída por Cristo. Luego vinieron problemas, dificultades y persecuciones a causa de su fe, y algunos se desanimaron de haberse hecho cristianos. Tenían ahora la tentación de volver al judaísmo, de donde habían salido. El autor los amonesta a no apostatar de la fe cristiana, porque si lo hacían, nunca volverían a ella. Pareciera que hay un punto en la vida de cada ser humano que lo podríamos llamar «el punto de no retorno». Es una situación en la que no podemos dar marcha atrás. Es algo similar a lo que ocurre con los aviones: cuando van a despegar, llega un momento cuando no pueden abortar el despegue. Se lo considera el punto de no retorno. Del mismo modo, en la vida espiritual del apóstata hay un momento cuando, preso por circunstancias y por el propio pensamiento, no quiere ni puede volver al Cristo que conoció. Esto, también, es el pecado imperdonable.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

martes, 23 de marzo de 2010

LA SALVACIÓN ES UN REGALO DE DIOS

La salvación de los justos viene del Señor; él es su fortaleza en tiempos de angustia, Salmos 37:39.

Hay tantas cosas que gestionamos los seres humanos, y muchas veces tan inadecuada e injustamente, que es un alivio muy grande leer el día de hoy que la salvación es cosa del Señor. A partir del versículo 27 de este Salmo, David nos proporciona el marco en el cual Dios nos otorga la salvación:
• «Apártate del mal y haz el bien» (vers. 27).
• «Los justos heredarán la tierra» (vers. 29).
• «La ley de Dios está en su corazón» (vers. 31).
• «Pero tú, espera en el Señor, y vive según su voluntad» (vers. 34).
• «íntegros y rectos» (vers. 37).
• «Hay porvenir para quien busca la paz» (vers. 37).
En esta descripción de los elementos que contribuyen a vivir con la seguridad de la salvación, podemos encontrar un programa de disciplinas espirituales y sería conveniente que te apropiaras de ellas. En primer lugar, necesitas reconocer que por ti mismo no puedes apartarte del mal. Aunque algunas veces, tu propio esfuerzo y educación, podrían ayudarte. Sabemos que existe un poder que puede hacer el cambio en nosotros, y ese poder es Cristo. Es como volver a nacer, eres una nueva creación. Sabemos que el único que pude crear es Cristo. Hacer el bien también es un desafío que no podemos superar nosotros solos. Pablo dijo: «Cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal» (Romanos 7: 21). El mismo Pablo, escribió a los cristianos de Filipos, dijo que dadas estas imposibilidades para nosotros, es Dios, quien «produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad» (Filipenses 2: 13).
Por eso la salvación es de Dios, porque nosotros no podríamos generarla. Es imposible. Nuestros esfuerzos y buenas intenciones no alcanzan. Además, estaríamos en riesgo de corromperla, estropearla, repartirla injustamente, ¡incluso venderla! ¿Te acuerdas de Tetzel y la venta de indulgencias? Lee el capítulo 7 de El conflicto de los siglos, titulado «En la encrucijada de los caminos», y si puedes, consigue la película Lulero y mírala con la máxima atención.
«El Salvador se inclina hacia el alma adquirida por su sangre, diciendo con inefable ternura y compasión: "¿Quieres ser salvo?"». MJ 118.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL ARREPENTIMIENTO IMPOSIBLE

Cuando la tierra bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella, y produce una buena cosecha para los que la cultivan, recibe bendición de Dios. En cambio, cuando produce espinos y cardos, no vale nada; está a punto de ser maldecida, y acabará por ser quemada (Hebreos 6: 7, 8).

El pecado imperdonable, también llamado pecado contra el Espíritu Santo, no es una acción contra el Espíritu, sino una serie de acciones que consiste en un rechazo constante del llamado que él hace a la conciencia; como es el desprecio del esfuerzo divino para despertar la conciencia de una persona y llamarla al arrepentimiento, no tiene perdón. Es, en realidad, una ofensa contra Dios, pero que se asocia con su Espíritu, porque es este el que guía y conduce a la salvación.
En la Epístola a los Hebreos encontramos que este mismo pecado se menciona de un modo diferente, pero que nos puede ayudar a entender un poco mejor sus implicaciones: «Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después de todo esto se han apartado» (Heb. 6: 4-6).
Aquí, el autor de Hebreos trata con un pecado del cual no hay arrepentimiento. Es similar al anterior en el sentido que quienes lo experimentan no sienten arrepentimiento. Pero se diferencian en que, en el primero, se rechaza al Espíritu que llama al arrepentimiento; en este se rechaza al Espíritu después de haber sido guiado al arrepentimiento. Es decir, este caso es un asunto de apostasía. La persona fue iluminada por el Espíritu Santo, saboreó el don celestial, fue guiada por el Espíritu de Dios, estudió y experimentó el poder de la Palabra de Dios y gozó los poderes del mundo venidero, pero después se apartó. Al hacer esto, crucificó de nuevo a Cristo, y lo expuso a la vergüenza pública. De acuerdo al texto, es imposible que los tales se arrepientan. Por lo tanto, tampoco hay perdón.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

lunes, 22 de marzo de 2010

EL CÍRCULO DE LA GENEROSIDAD

He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan. Salmos 37. 25.

¿Te parece que el versículo de hoy serviría como frase publicitaria para difundir el tierno cuidado de Dios? En medio de la guerra provocada por las fuerzas del nial comandadas por Satanás, algunas veces nos damos cuenta del problema del hambre en nuestro mundo. No el hambre que a veces tenemos por habernos evitado una o varias comidas. Me refiero al hambre que desemboca en la muerte. Sí, morir de hambre. El texto de hoy nos recuerda la mano de Dios en medio de esta guerra. Convendría considerar algunas frases previas a este texto:
• «Confía en el Señor y haz el bien» (vers. 3).
• «Deleítate en el Señor» (vers. 4).
• «Encomienda al Señor tu camino» (vers. 5).
• «Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia» (vers. 7).
• «No te irrites ante el éxito de otros» (vers. 7).
• «Refrena tu enojo, abandona la ira» (vers. 8).
• «Pero los desposeídos heredarán la tierra» (vers. 11).
• «Más vale lo poco de un justo» (vers. 16).
• «Los justos dan con generosidad» (vers. 21).
Las estadísticas del hambre son verdaderamente aterradoras; pero, ¿te das cuenta en estas afirmaciones de cuáles son los postulados de Dios para hacerle frente? De todas ellas, ¿cuál crees que Dios usará hoy para aliviar el hambre de alguien que tienes cerca? Sí, tienes razón, «los justos dan con generosidad».
Es maravilloso que Dios pueda usarnos a ti y a mí como medios para compartir el pan y que Dios pueda cumplir su promesa con sus hijos. Allí en la mesa de nuestro comedor, frente a los alimentos, muchas veces no consideramos la enorme bendición que significa tenerlos. Una oración repetitiva y dicha superficialmente no es suficiente. Pídele a Dios que te dé un corazón agradecido para mirarlo a él por la bendición que te proporciona; pero también pídele un corazón generoso para mirar a los demás. Un corazón como el de Dios.
«Solo mediante una vida sencilla, abnegada y de estricta economía, podemos llevar a cabo la obra que nos ha sido señalada como representantes de Cristo». MJ318.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL PECADO IMPERDONABLE

En medio de todas estas promesas de perdón y segundad, resulta incomprensible, por lo menos para algunos, que haya un pecado que Dios no pueda perdonar. El Señor dijo lo siguiente: «Y todo el que pronuncie alguna palabra contra el Hijo del hombre será perdonado, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón» (Luc. 12: 10).

¿En qué consiste este pecado contra el Espíritu Santo que no puede ser perdonado por Dios? ¿No puede el Espíritu Santo llevar a una persona al arrepentimiento por haber hablado contra él? ¿Qué implica este pecado que un Dios perdonador no pueda perdonar?
El contexto de la declaración del Señor en el Evangelio de Mateo es que los fariseos, que presenciaron la sanidad de un hombre que estaba endemoniado, dijeron que él expulsaba los demonios por el poder del príncipe de los demonios, no por el Espíritu Santo. Rechazaron la evidencia que se les dio, y rechazaron al Espíritu de Dios que los quería convencer del mesianismo de Jesús. Así que nos damos cuenta de que la blasfemia contra el Espíritu no es un acto pecaminoso, sino una actitud. Las personas, ante la evidencia que el Espíritu da, la rechazan y la atribuyen a Satanás. En eso consiste la blasfemia contra el Espíritu, en rechazar persistentemente el llamado del Espíritu Santo. ¿Puede Dios perdonar eso? No puede. Dios llama, pero no puede forzar a nadie. Dios invita, pero no puede obligar a que se acepte su invitación. Quienes rechacen persistentemente los llamados de la misericordia divina, finalmente se perderán. Dios, el Todopoderoso, ha decidido que no obligará a nadie a hacer algo contra su voluntad. Dios decidió darnos esa libertad, y la respetará hasta el fin.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

domingo, 21 de marzo de 2010

LOS DESEOS DE TU CORAZÓN

Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Salmos 37:4.

¿Leíste bien? ¿No me vas a decir que este breve versículo no lo puedes atesorar en tu joven y ágil memoria? ¡Hazlo, vale la pena! Alégrate, el Señor te concederá, ¡las peticiones de tu corazón! ¿Cómo está tu corazón? Yo me pregunto todos los días por el estado del mío. ¿Estás seguro de que tu corazón, tu voluntad racional, es capaz de producir buenas peticiones?
¿Qué pasaría si Dios concediera todas las peticiones de todos los corazones que leyeran esta invitación? Te das cuenta que es necesario que haya algunas condiciones. La idea del texto de hoy se pone de manifiesto desde el primer versículo del Salmo. Allí se presenta una vez más el tema de la comprensión de la realidad en medio de un gran conflicto entre el bien y el mal. Las cosas, como dicen los jóvenes, «no son parejas». Y nos surgen muchas preguntas e inquietudes. ¿Recuerdas que ayer consideré las inquietudes de Habacuc? Uno muchas veces no entiende el éxito material de quienes «cometen injusticias» (vers. 1). El mismo Salmo nos invita a concentrarnos en lo nuestro: «Confía en el Señor y haz el bien» (vers. 3).
El texto de hoy, antes que invitarnos a presentar nuestras peticiones, nos invita a deleitarnos en el Señor. En el primero de los Salmos vimos que los hijos de Dios se deleitan en su Ley. ¿Cómo crees que serán las peticiones de un corazón que encuentra su deleite en Dios y en su Ley? Imagínate que entran a un centro comercial unos padres con sus hijos. Allí hay ropa, calzado, helados, material de la escuela, juguetes, equipos electrónicos y mucho más. Antes de entrar el papá les dice: «Hoy les voy a conceder todo lo que pidan». ¿Crees que es razonable correr un riesgo de tan grueso calibre? Por supuesto que no. Un padre con semejante invitación tendría que estar seguro del buen juicio, del espíritu abnegado, de las verdaderas necesidades de sus hijos.
No, nosotros no podemos «obligar» a Dios a actuar de manera que sus invitaciones no tengan sentido. Las invitaciones de Dios adquieren sentido cuando las responden corazones que están en perfecta armonía con él, porque se deleitan en él.

«La unión con Cristo por la fe viviente es duradera; cualquier otra unión debe perecer». MJ 116.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL PERDÓN

He disipado tus transgresiones como el rocío, y tus pecados como la bruma de la mañana. Vuelve a mí, que te he redimido (Isaías 44:22).

La confesión sincera lleva finalmente al perdón, que, es sinónimo de justificación. Corno resultado de estos pasos anteriores, Dios ha prometido perdonarnos. Es recorfontante y animador saber que cuando vamos a Dios en busca de una solución para nuestro pecado, nos encontramos con un Dios perdonador. Por eso, el salmista se alegraba cuando decía: «Pero en ti se halla perdón» (Sal. 130: 4). No hay nada más devastador para el pecador, que llegar a la conclusión de que su pecado no tiene solución, y que Dios no puede perdonarlo. Si hay algo que resulta claro como el agua cristalina, es que el Dios de la Biblia se complace en el perdón.
El perdón divino es total y exige pocas condiciones. La Palabra de Dios nos asegura el perdón completo y absoluto de parte de Dios. El Señor usa algunas metáforas y analogías para asegurarnos que él se complace en el perdón de sus hijos. Dice el profeta: «¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo?» (Miq. 7: 18). «Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente» (Sal 103: 12). «Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados» (Isa. 43: 25). «Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!» (Isa. 1: 18).
Por eso, resulta intrigante que haya personas que piensen que Dios no las puede perdonar. Sí, lo que resulta increíble es que Dios perdone todos nuestros pecados, no importando cuáles ni cuántos hayan sido. Alguien podría decir que es demasiado bueno para ser cierto. Pero eso es lo que la Biblia nos dice. A esto fue para lo que vino Jesús. El ángel dijo que le pondrían por nombre Jesús, «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mat. 1: 21).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

sábado, 20 de marzo de 2010

UN CANTO PARA DE DIOS

Aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas. Habacuc 3:18,19.

¿Alguna vez pensaste que en el libro de Habacuc podrías encontrar una promesa tan hermosa? ¿Cuántas veces has leído este libro? El libro del profeta Habacuc es un tanto desconocido para muchos, jóvenes y adultos. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste una predicación basada en Habacuc? Quizá el texto más conocido de este libro lo habrás visto escrito en la pared de una iglesia «El Señor está en su santo templo, ¡guarde toda la tierra silencio en su presencia!» (Habacuc 2: 20).
¿Por qué no lees cómo comienza Habacuc su presentación? Después de su introducción en el primer versículo del libro, el profeta presenta su gran inquietud: «¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches?» (1:2). Eso no es nada. ¿Qué te parece el atrevimiento del profeta en el versículo 13? «Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal; no te es posible contemplar el sufrimiento. ¿Por qué entonces toleras a los traidores? ¿Por qué guardas silencio mientras los impíos se tragan a los justos?». Reivindicativo, ¿eh? Y desesperado. Yo diría que incluso suena a acusación, pero, ¡contra Dios!
En el marco del gran conflicto en que vivimos, los tiroteos nos alcanzan y nos desesperamos. Queremos la intervención de Dios para que nada nos lastime. Ni los accidentes, ni la enfermedad, ni las rebeliones, ni las desilusiones. Olvidamos que nos hallamos en plena guerra, que nos movemos en territorio enemigo, que nos toca andar por un campo «minado».
En las respuestas de Dios hay verdaderas joyas del pensamiento bíblico: «Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá. [...] Pero el justo vivirá por su fe». «Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor» (Habacuc 2: 3, 4, 14). Y el profeta termina su breve libro con un canto. Lo inició en plan reivindicativo, pero lo termina cantando. ¿No nos pasa muchas veces lo mismo? Dios es amante y está dispuesto a confirmar nuestra fe cuando enfrentamos las grandes luchas del conflicto entre el bien y el mal.

«El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de Jesucristo fue libertarlo de su poder». MJ 49.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

LA CONFESIÓN AL PRÓJIMO

Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Juan 1: 9).

La confesión del pecado es solo un aspecto del plan de Dios para ayudar a solucionar el pecado y sus consecuencias en la vida humana. Frecuentemente, el pecado no es contra Dios solamente, sino que hay otras personas a quienes nuestras faltas pueden afectar. El plan divino de la confesión requiere, si ha de haber sanidad total, que se haga confesión, no solo a Dios, a quien ofende toda falta, sino también al prójimo.
Esta es la razón por la que la Palabra de Dios nos dice: «Por eso, confiésense unos a otros sus pecados [...] para que sean sanados» (Sant. 5: 16). La confesión tiene en sí el poder de restaurar heridas. Es parte del plan divino que los seres humanos arreglen sus problemas unos con otros, a fin de hallar paz con el prójimo y con Dios.
A veces es más fácil confesar a Dios nuestros pecados, que pedir perdón a quienes hemos ofendido. Hacer esto requiere humildad y valentía. Por eso, hay personas que evitan el encuentro con su prójimo al ir directamente a Dios. Pero el Señor sabe que eso no nos va a ayudar a solucionar plenamente el problema. Por eso recomendó: «Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofren¬da allí delante del altar. Ve primero y reconcilíate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda» (Mat. 5: 23, 24). Dios no puede aceptar la confesión hecha a él si hemos pasado por alto a nuestro prójimo.
La confesión tiene otro aspecto difícil que hace que muchas personas la quieran pasar por alto. Cuando la falta es privada, debe confesarse privadamente; pero cuando la falta es pública debe hacerse públicamente. Si hacer una confesión privada requiere humildad y valor, la confesión pública lo requiere en mayor grado. Esta es la razón por la que no escuchamos muchas confesiones públicas.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

viernes, 19 de marzo de 2010

LA AYUDA QUE DIOS NOS OFRECE

Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: «No temas, yo te ayudaré». Isaías 41:13.

¿Le ayudo?», nos preguntan. «No gracias». Esa suele ser nuestra primera reacción.
Tendríamos que estar en verdadera necesidad para aceptar la ayuda que nos ofrecen o para pedirla. Nos da mucha vergüenza pedir ayuda. Ahora tenemos una solicitud de Dios: «¿Te ayudo?». El pensamiento completo de este acercamiento de parte de Dios comienza en el versículo cuando dice que Abraham fue su «amigo». ¡Qué legado el de Abraham! ¡Dios se acerca a su pueblo en virtud de la amistad con él! ¿Y por qué su amigo? Nada más porque Dios lo había escogido. Muchas veces nos acercamos a Dios recomendándonos a nosotros mismos. En la historia que contó Jesús acerca de dos adoradores, uno fariseo y el otro publicano, el primero se acerca recomendándose a sí mismo en virtud de sus buenas acciones. «A ver si ahora me escoges», parece decir. O más bien: «Me escogiste, y vengo a demostrarte que hiciste una buena elección».
El apóstol Juan nos recuerda que nosotros lo amamos a él porque «él nos amó primero» (1 Juan 4: 19). Pablo dice que «nos escogió en él antes de la creación del mundo» (Efesios 1:4). ¿Recuerdas a Adán y Eva en el huerto del Edén tratando de resolver su problema sin ninguna ayuda? Ellos mismos se hicieron delantales. Y así se hubieran quedado para siempre, a no ser porque escucharon un: «¿Te ayudo?», de parte de Dios. El hecho de que les haya hablado de la «descendencia» de la mujer nos indica que ya tenía un plan para el mundo recién creado. Juan lo reconoce cuando nos recuerda, en el texto más conocido de la Biblia: «Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16, TLA).
Estás identificado sin duda con el mensaje de Dios a la iglesia de Laodicea que se registra en el libro de Apocalipsis 3: 15-20. Es una descripción profética de los creyentes del último periodo de la tierra. «No me hace falta nada», una frase que resume la actitud de muchos cristianos del siglo XXI. «No te das cuenta...», les responde Dios. Acepta hoy la ayuda de Dios. Él sabe muy bien cuánto lo necesitamos.
«La oración pone al corazón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y músculos de la experiencia religiosa». MJ 247.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

LA CONFESIÓN

Quien encubre su pecado jamas prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón (Proverbios 28: 13).

El siguiente paso en el proceso de la justificación es la confesión del pecado. Uno se pregunta: ¿Por qué es necesaria la confesión? ¿No sabe Dios todo acerca de mí, que todavía necesito hacer una confesión? Es probable que la confesión haya sido ideada por Dios para darnos sanidad mental y espiritual. El pecado y su convicción producen tal daño en la conciencia humana, que nos destruye interiormente. Dios ideó la confesión como paso fundamental para emanciparnos del complejo de culpa, y capacitarnos para vencer el mal que hay en nosotros.
Para que la confesión cumpla estos propósitos, debe ser guiada por el Espíritu de Santo. Porque así como hay una confesión genuina, hay una que es falsa. La confesión arrancada a la fuerza, o la que se hace cuando hemos sido descubiertos y no tenemos otra alternativa, no es la confesión a la que nos guía el Espíritu de Dios. No tiene ningún valor sicoterapéutico, ni produce sanidad espiritual.
En el antiguo santuario hebreo aparecen ya los elementos básicos de una confesión genuina. Leemos: «Si alguien resulta culpable de alguna de estas cosas, deberá reconocer que ha pecado y llevarle al Señor en sacrificio expiatorio por la culpa del pecado cometido, una hembra del rebaño, que podrá ser una oveja o una cabra. Así el sacerdote hará expiación por ese pecado» (Lev. 5: 5, 6). La confesión debe ser voluntaria, estar basada en un genuino reconocimiento de culpa, ser específica y aceptar la provisión de expiación hecha. El culpable confesaba su pecado poniendo sus manos sobre la víctima, y luego la degollaba para la expiación de su pecado. Después de esta ceremonia, el oferente regresaba a su casa con una conciencia libre de culpa. La confesión le daba higiene y sanidad mental.
Cuando se hace una confesión precisa del pecado, ocurren varias cosas en la mente del individuo involucrado. Tiene que recordar lo que hizo, lo cual lo lleva a recordar hechos y circunstancias. Esto lo capacita para estar alerta la siguiente vez, y lo prepara para vencer.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

jueves, 18 de marzo de 2010

LA DINÁMICA DE COMPARTIR

Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19.

La aproximación del apóstol Pablo a los Filipenses da la impresión de que la hace desde una oficina en la que tiene la compañía íntima de Cristo, donde conversa con su Señor, al tratar de entender el misterio del plan de salvación; debate con él los problemas que se derivan del gran conflicto cósmico; ora con él, y se asegura de que tiene las palabras adecuadas para dirigirse a Dios. Desde esa intimidad, sabe muy bien de donde provienen las bendiciones.
Desde la intimidad con Cristo, el apóstol Pablo comparte con los creyentes de la iglesia de Filipos una promesa, la del texto que encabeza esta lectura devocional. ¿Te has detenido a pensar en la razón por la cual Pablo parece invitar a los Filipenses a asomarse a los almacenes del cielo? El asunto, al terminar su carta a esta iglesia, es la generosidad. Cuando damos, abrimos la mano; y cuando esta queda vacía, Dios tiene la oportunidad de volverla a llenar. Es una dinámica que nos hace partícipes de la acción favorita de Dios: Dar.
A partir del versículo 10 del capítulo 4 de la carta a los Filipenses, Pablo aborda la cuestión de la necesidad, de la abundancia, del contentamiento, sin importar las circunstancias. También presenta la dinámica en la que Cristo tiene toda la provisión. El apóstol Pablo en el versículo 13 hace aquella poderosa declaración, que debiera ser el lema de todo joven cristiano: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece», «Cristo me da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones» (TLA). Podría haber agregado: «Así, realmente no necesito a nadie». Sin embargo, la ayuda de los creyentes de la iglesia de Filipos estuvo presente en su dinámica de necesitar, dar, y compartir.
Todo lo puede en Cristo, sí, pero muchos de los dones de Cristo los recibió a través de los creyentes. ¡Esa es la dinámica! ¿Te das cuenta? Entrar al círculo de Cristo significa incorporarse a la dinámica de dar y compartir, es tomar conciencia de que todos nos necesitamos mutuamente. Es en estas circunstancias, con las manos abiertas para dar, que Dios promete llenarlas para suplir lo que falte.
«El dinero [...] en manos de los hijos de Dios es alimento para el hambriento, bebida para el sediento y vestido para el desnudo». MJ 308

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

ARREPENTIMIENTO GENUINO

Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado (Salmo 51: 1, 2).

El hecho de que dios nos guíe al arrepentimiento nos habla de la incapacidad de los seres humanos para regresar a Dios. Por nosotros mismos no somos capaces de producir las condiciones necesarias para arrepentimos. Dios, por su Espíritu, tiene que guiarnos; y si accedemos a esa gula, va a producir en nosotros el arrepentimiento que él quiere.
Veíamos anteriormente que hay dos clases de arrepentimiento, el genuino y el falso. Dios quiere guiarnos al arrepentimiento genuino, que es el único que califica para que Dios nos acepte. Como nosotros no podemos arrepentimos por nuestra cuenta, cuando intentamos hacerlo caemos en un falso arrepentimiento, que Dios no aprueba. Eso fue lo que les pasó a algunas personas mencionadas en el relato bíblico. Forzaron un arrepentimiento sin la ayuda de Dios, y cayeron en el falso arrepentimiento. Dios es el único que capacita para el arrepentimiento verdadero.
Lo que sucede es que Satanás es el maestro del engaño y la falsificación, y hace creer a ciertas personas que están arrepentidas, cuando no lo están realmente. Ya vimos" que el falso arrepentimiento es una tristeza que se enfoca en la pena y el castigo, no en el pecado mismo. Por el contrario, el genuino arrepentimiento produce una tristeza por el pecado cometido, y le pide a Dios un nuevo corazón, es decir, una mente nueva.
El ejemplo clásico de un arrepentimiento verdadero lo hayamos en la experiencia del rey David: «Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable [...]. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu» (Sal. 51: 3, 4, 10, 11). «Efectuar un arrepentimiento como este, está más allá del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente de Cristo» (El camino a Cristo, p. 23).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

miércoles, 17 de marzo de 2010

PERDONAR, ¡QUÉ SATISFACCIÓN!

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Salmos 32:1,2.

Perdóname.. Disculpe... Lo siento… Es lo que solemos decir cuando hemos hecho algo que molesta. A menudo no esperamos a que nos respondan. En realidad, es un perdón de muy poca relevancia. Pero David necesitaba un perdón de la máxima relevancia, porque su vida se apagaba. «Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano» (vers. 4).
Perdonar, es una de las cosas más difíciles para los seres humanos. En cambio, ser perdonado y que olviden nuestra falta es una de las experiencias más renovadoras. Reflexiona por un momento en el amplio significado del perdón, pues en nuestra sociedad hay muchas personas que cargan en una mano la culpabilidad, y en muchos casos, un agobiante fardo, cual no ha sido perdonado; y en la otra, un costal, no menos pesado, repleto de rencores y de ofensas de: He «perdonado», pero no he «olvidado». «Ya lo perdoné, pero que se olvide de mí si vuelve a pasar». «Sí, te perdono, pero no quiero volver a verte cerca». «¿Quieres que te perdone? No puedo. Me hiciste demasiado daño».
El versículo de la meditación de hoy hace una promesa alentadora llama dichoso, bienaventurado, feliz, afortunado, a quien ha sido perdonado. ¡Qué alivio! ¿No te parece? Esta bienaventuranza, sin embargo, incluye necesariamente, llamar al pecado por su nombre. En el texto, David se refiere a «pecado», «maldad», «transgresiones»... iniquidad, engaño. No ahorra palabras para describir su condición. No suaviza ni minimiza sus propios errores. Nos daremos cuenta del tamaño del perdón de Dios cuando consideremos el tamaño de nuestro pecado.
Puedes tener la certeza de que Dios perdona tus errores. Serás dichoso, bienaventurado, porque no es un perdón cualquiera; no es un «te perdono, pero acuérdate que...». Es un perdón con promesa, no con condición.
«La comprensión de que los pecados fueron perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión». MJ 71.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

AGOBIO POR EL PECADO

Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4: 17).

Resulta interesante que, desde el punto de vista bíblico, Dios es el que produce el arrepentimiento. Veamos: «Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados» (Hech. 5: 31). «Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo: "¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!"» (Hech. 11: 18).
Debemos entender el lenguaje bíblico. El hecho de que Dios produzca el arrepentimiento, no quiere decir que él hace que los hombres se arrepientan aun contra su propia voluntad; como si Dios lo forzara. Si así fuera el caso, entonces Dios obligaría a las personas a arrepentirse, lo que evidentemente no es cierto, porque Dios respeta el libre albedrío que nos concedió en la creación. También esto vale para lo opuesto: nadie puede acusar a Dios de parcialidad por no haber provocado el arrepentimiento en su corazón.
Lo que la Biblia quiere decir es que Dios guía al arrepentimiento. Notemos: «¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento?» (Rom. 2: 4). Dios, en su infinita bondad, quiere guiar a todos al arrepentimiento. Como él no fuerza a los seres humanos, hay muchos que no desean arrepentirse. Dios quisiera que todos se arrepintieran, pero respeta la decisión de cada uno. Es en este contexto que los llamamientos divinos al arrepentimiento tienen razón de ser. Dios invita, pero no fuerza. Después de todo, la salvación es una oferta, no una imposición. Podemos oír su llamado, y aceptar o rechazar su invitación.
El agente divino para guiarnos hacia el arrepentimiento es el Espíritu Santo. Es el representante de la divinidad que llama a nuestra conciencia al arrepentimiento. Es extremadamente importante no cerrar nuestra conciencia a su llamado insistente.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

martes, 16 de marzo de 2010

EL SALVOCONDUCTO A LA LIBERTAD

Alégrate, joven, en tu juventud; deja que tu corazón disfrute de la adolescencia. Sigue los impulsos de tu corazón y responde al estímulo de tus ojos, pero toma en cuenta que Dios te juzgará por todo esto. Eclesiastés 11:9.

¿Sabes lo que es un «salvo conducto»? Según el Diccionario de la Real Academia Española, en su primera acepción es: «Documento expedido por una autoridad para que quien lo lleva pueda transitar sin riesgo por donde aquella es reconocida». Y «salvoconducto» tiene una segunda acepción: «Libertad para hacer algo sin temor de castigo». Si ponemos todas estas palabras en una batidora y las mezclamos de forma homogénea, el resultado será una vida sin riesgo, una vida en el marco de la verdadera libertad, libre del temor.
El versículo de esta mañana es evocado por un joven estudiante que el día de hoy cumple gozosamente sus dos primeras décadas de vida. Leví Daniel Santiago Hernández participó en el concurso bíblico sobre los Libros Proféticos a nivel de toda la División Interamericana. Él destaca que este texto lo habilita para actuar en su juventud, cuando dice: «Tenemos las energías y fuerzas necesarias para servir a Dios y a la humanidad». Otra joven estudiante, Celia Villegas Cruz, dice que agradece a Dios porque en circunstancias de peligro espiritual ha evocado las palabras de nuestro texto de hoy, y las que siguen: «Quita, pues, de tu corazón el enojo y aparta de tu carne el mal, porque la adolescencia y la juventud son vanidad» (Eclesiastés 11: 10, RV95).
¿No es maravilloso que sean precisamente dos jóvenes, quienes recuerden la importancia de actuar con la genuina libertad que nos proporciona caminar a la luz de la presencia de Dios? La adolescencia es sinónimo de inquietudes. Es un período de nuestra vida en el cual se busca la propia identidad. También es el momento más apropiado para tomar tu decisión por Cristo. Si te identificas con él, podrás transitar por estos años tan decisivos y establecerás el fundamento sólido para el resto de tu vida.

«Recuerden los jóvenes que aquí han de formar caracteres para la eternidad, y que Dios requiere de ellos que hagan lo mejor que puedan». MJ 17.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

ARREPENTIMIENTO

Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Esta vez reconozco mi pecado. El Señor ha actuado con justicia, mientras que yo y mi pueblo hemos actuado mal. No voy a detenerlos más tiempo; voy a dejarlos ir. Pero rueguen por mí al Señor» (Éxodo 9:27, 28).

La contrición conduce al arrepentimiento. Este dolor y tristeza por haber pecado se hayan tan íntimamente unidos al arrepentimiento, que muchas veces se los considera como parte de él. Pero la palabra arrepentimiento en sí, tanto en su origen hebreo como griego, denota un cambio de rumbo, de actitud, de pensamiento. En la mentalidad hebrea, es cambiar de dirección, en la griega es cambiar de mentalidad. Ambas cosas están relacionadas, pero primero cambiamos de pensamiento, y luego decidimos ir por otro rumbo. Lo importante es que cambiar de opinión afecta las decisiones de la vida.

La tristeza y el dolor por el pecado se relacionan estrechamente con el arrepentimiento; y así como hay dos clases de tristeza, hay dos clases de arrepentimiento: el genuino y el falso. La tristeza inducida por el Espíritu de Dios lleva al arrepentimiento genuino, mientras que la inducida por Satanás conduce al falso arrepentimiento. Ambos se parecen tanto, que solo Dios que conoce el corazón y los pensamientos puede saber cuál es cuál. En otras ocasiones, resulta evidente cuál es el genuino y cuál el falso, siguiendo el principio mencionado por el Señor de que por sus frutos los conoceréis.
Tal es el caso de faraón en conexión con el éxodo israelita. En el relato bíblico, varias veces se presenta al faraón como una persona arrepentida. Hasta le pidió a Moisés que orara por él y reconoció su pecado de obstinación. Pero después de pensarlo mejor, cambiaba de opinión. Demostraba con ello que su arrepentimiento no era sincero. Sí, parecía que era una persona arrepentida, pero sus acciones posteriores revelaban lo contrario, porque el genuino arrepentimiento implica no solo cambio de parecer, sino también de conducta. Lo mismo sucedió con Balaam y con Judas. Parecían arrepentidos, pero no lo estaban. Satanás es el maestro de la falsificación. Lleva a las perso¬nas a creer que están arrepentidos, pero es un arrepentimiento falso de principio a fin.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C