«El fruto del Espíritu es [...] bondad». Calatas 5:22.
Enrique no tenía padres y vivía con sus abuelos. Parecía que no lo querían, porque se la pasaban embriagándose todos los días. El niño se sentía muy solo, así que un día muy frío salió de su casa sin ser visto y empezó a caminar por el pueblo.
Después de un rato sintió mucho frío, y decidió sentarse para descansar un poco. Pronto le dio sueño y se quedó dormido. Cuando despertó, vio los rostros de un par de enfermeras que lo atendían. Estaba en el hospital. —¿Qué pasó? —preguntó a una de ellas. La enfermera respondió: —Dos personas te encontraron en la calle, casi congelado, y te trajeron aquí para ver si podíamos salvarte.
Quique se sintió muy contento de estar en ese lugar, donde lo cuidaban bien; poco a poco recuperó su salud, pero nadie fue jamás a buscarlo. Se hicieron entonces los preparativos para enviarlo a un orfanato. Cierto día, antes de que lo dieran de alta, entraron a la habitación del niño un hombre y una mujer que platicaron muy amablemente con él, y le preguntaron que si quería formar parte de su familia. Aunque ese matrimonio tenía otros dos hijos, se enteraron de la situación de Quique y decidieron adoptarlo. Sintió muchísima felicidad, porque al fin alguien realmente se interesaba en él. Su nuevo hogar era muy diferente al anterior, y sus padres adoptivos le enseñaron a amar a Dios.
¿Has visitado un orfanato? Allí viven niños que no tienen hogar. Si hay uno en el lugar donde vives,
puedes ir y compartir alguna cosa con los niños y niñas que están allí; una canción, una historia, algo de comida. Esos actos bondadosos los ayudarán a ser felices.
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
Enrique no tenía padres y vivía con sus abuelos. Parecía que no lo querían, porque se la pasaban embriagándose todos los días. El niño se sentía muy solo, así que un día muy frío salió de su casa sin ser visto y empezó a caminar por el pueblo.
Después de un rato sintió mucho frío, y decidió sentarse para descansar un poco. Pronto le dio sueño y se quedó dormido. Cuando despertó, vio los rostros de un par de enfermeras que lo atendían. Estaba en el hospital. —¿Qué pasó? —preguntó a una de ellas. La enfermera respondió: —Dos personas te encontraron en la calle, casi congelado, y te trajeron aquí para ver si podíamos salvarte.
Quique se sintió muy contento de estar en ese lugar, donde lo cuidaban bien; poco a poco recuperó su salud, pero nadie fue jamás a buscarlo. Se hicieron entonces los preparativos para enviarlo a un orfanato. Cierto día, antes de que lo dieran de alta, entraron a la habitación del niño un hombre y una mujer que platicaron muy amablemente con él, y le preguntaron que si quería formar parte de su familia. Aunque ese matrimonio tenía otros dos hijos, se enteraron de la situación de Quique y decidieron adoptarlo. Sintió muchísima felicidad, porque al fin alguien realmente se interesaba en él. Su nuevo hogar era muy diferente al anterior, y sus padres adoptivos le enseñaron a amar a Dios.
¿Has visitado un orfanato? Allí viven niños que no tienen hogar. Si hay uno en el lugar donde vives,
puedes ir y compartir alguna cosa con los niños y niñas que están allí; una canción, una historia, algo de comida. Esos actos bondadosos los ayudarán a ser felices.
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
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