Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no contéis la carne, de Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. » (Juan 6:53).
Dos hermanos habían sido azotados por una terrible enfermedad. Milagrosamente el varón se había restablecido, ya que su organismo había generado un antídoto natural contra la dolencia. Pero la niña estaba a punto de morir. Viendo que no había otra alternativa, el médico habló con el niño y le explicó la situación: «Si tu hermanita no recibe una transfusión de tu sangre, pronto morirá».
Solo le llevó unos segundos al pequeño decir que sí, y muy pronto su sangre comenzó a fluir hacia la sangre de su hermana, a quien tanto quería. De pronto el pequeño empezó a ponerse pálido, y con voz temblorosa, preguntó al doctor: «¿Cuándo comenzaré a morirme?». El médico lo miró y; poniendo la mano sobre la frente de un niño tan valiente, le dijo: «No vas a morir. Tu sangre es suficiente para ti y para tu hermanita. Los dos se van a salvar». El amor que aquel niño sentía por su hermana lo había impulsado a dar su vida por ella.
El amor que Jesús siente por ti lo impulsó a darle su vida en la cruz del Calvario. ¡Qué amor tan extraordinario! Al igual que sucedía con la enfermedad que sufría la hermanita de aquel valiente muchacho, solo Jesús tenía el antídoto para curar la terrible enfermedad del pecado. No podemos ser salvas si no comemos la carne de Jesús y bebemos su sangre. En otras palabras: Si no aceptamos el sacrificio de Jesús en nuestro favor no podemos tener vida eterna. Pero no solamente de palabra debemos aceptar el sacrificio expiatorio de Jesús, sino que tenemos que recibir una «transfusión» directa del Salvador.
Los nutrientes que recibimos a través de la transfusión divina son: fortaleza, mansedumbre, paz, benevolencia, confianza, fe y amor. Si no tienes ganas de estudiar, si te duermes cuando oras o simplemente no sabes qué decir, si te da miedo testificar, debes revisar tu hemoglobina espiritual, porque puedes estar pasando por un proceso de anemia y necesitar una transfusión. Ve a Jesús cada mañana. Él tiene para tí nuevos nutrientes que fortalecerán tu vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Dos hermanos habían sido azotados por una terrible enfermedad. Milagrosamente el varón se había restablecido, ya que su organismo había generado un antídoto natural contra la dolencia. Pero la niña estaba a punto de morir. Viendo que no había otra alternativa, el médico habló con el niño y le explicó la situación: «Si tu hermanita no recibe una transfusión de tu sangre, pronto morirá».
Solo le llevó unos segundos al pequeño decir que sí, y muy pronto su sangre comenzó a fluir hacia la sangre de su hermana, a quien tanto quería. De pronto el pequeño empezó a ponerse pálido, y con voz temblorosa, preguntó al doctor: «¿Cuándo comenzaré a morirme?». El médico lo miró y; poniendo la mano sobre la frente de un niño tan valiente, le dijo: «No vas a morir. Tu sangre es suficiente para ti y para tu hermanita. Los dos se van a salvar». El amor que aquel niño sentía por su hermana lo había impulsado a dar su vida por ella.
El amor que Jesús siente por ti lo impulsó a darle su vida en la cruz del Calvario. ¡Qué amor tan extraordinario! Al igual que sucedía con la enfermedad que sufría la hermanita de aquel valiente muchacho, solo Jesús tenía el antídoto para curar la terrible enfermedad del pecado. No podemos ser salvas si no comemos la carne de Jesús y bebemos su sangre. En otras palabras: Si no aceptamos el sacrificio de Jesús en nuestro favor no podemos tener vida eterna. Pero no solamente de palabra debemos aceptar el sacrificio expiatorio de Jesús, sino que tenemos que recibir una «transfusión» directa del Salvador.
Los nutrientes que recibimos a través de la transfusión divina son: fortaleza, mansedumbre, paz, benevolencia, confianza, fe y amor. Si no tienes ganas de estudiar, si te duermes cuando oras o simplemente no sabes qué decir, si te da miedo testificar, debes revisar tu hemoglobina espiritual, porque puedes estar pasando por un proceso de anemia y necesitar una transfusión. Ve a Jesús cada mañana. Él tiene para tí nuevos nutrientes que fortalecerán tu vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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