Uno de los acontecimientos más importantes del ministerio de Jesús fue su entrada triunfal en Jerusalén. ¿Por qué permitió Jesús que la atención se centrara en él cuando entró como rey en la ciudad? No era apropiado que el Cordero de Dios fuera al altar sin que nadie lo viera; no era adecuado que Aquel que quita el pecado del mundo fuera llevado al templo sin que nadie se apercibiera de él. En cuestión de días sería crucificado. Por lo tanto, todas las miradas fueron atraídas sobre él y supieron quién y qué era; de modo que, con hechos y con palabras, pudo decir a Israel: «Yo soy Aquel que tenía que venir. De mí dijeron los antiguos profetas: "He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón" (Sal. 40:7,8)».
Con su entrada triunfal en Jerusalén Jesús consiguió que sus enemigos conocieran su verdadera influencia sobre el pueblo. De haber tenido planes para acceder al trono y permitir que sus siervos plantaran batalla, la antigua bravura del pueblo judío se habría encendido como un fuego abrasador y sus enemigos habrían tenido que huir.
Con todo, la razón principal de esta muestra de adoración era que Jesús era cuidadoso y fiel en el cumplimiento de la profecía de las Sagradas Escrituras. «¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna» (Zac. 9:9).
¡Ojalá fuésemos capaces de valorar en su justa medida las palabras que pronunció el Señor! ¡Ojalá estuviésemos dispuestos a cambiar el curso de nuestro pensamiento y nuestras enseñanzas en lugar de despreciar una palabra inspirada! La obediencia a las Escrituras era el camino de Cristo, cabeza de su iglesia, y debería ser el de sus miembros. Si el propio Rey pone sumo cuidado en obedecer todas y cada una de las palabras salidas de la boca de Dios, ¿cuánto más nosotros? Señor, mi oración para hoy es que hagas una entrada triunfal en mi vida. ¡Ojalá un día pueda estar con los que te proclaman Rey de reyes y Señor de señores! Basado en Lucas 19: 29-44
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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