«Y cualquiera cosa que pidamos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él» (1 Juan 3: 22).
A menos que tengamos el propósito de obedecer sus mandamientos, jamás sabremos de verdad qué es amar a Dios. En última instancia, el amor no se identifica por lo que es, porque es un misterio. Sin embargo, sí podemos identificarlo por lo que hace, porque siempre obedece según el conocimiento que tiene.
Decir que nos salva la fe y no la obediencia es cierto. Desde que el pecado entró en el mundo, jamás ha sido posible salvarse mediante la obediencia. La obediencia no tiene nada que ver con el cómo, sino con el qué. En lugar de hablar de la obediencia cuando discutimos sobre cómo ser salvos, tenemos que referimos a ella como algo que la salvación trae a la vida del cristiano.
Seguro que ha oído decir que la obediencia es nuestra respuesta al amor de Jesús. A primera vista, puede parecer correcto y bueno.
Pero, por más que lo intente, cometo errores y no siempre soy todo lo obediente que debiera. Aunque amo a Jesús con todo mi corazón, a veces hago lo que no tengo hacer y otras no hago lo que tengo que hacer. ¿Cómo responder a este dilema?
La obediencia no es algo que yo le dé a Dios, sino que él me da a mí. La obediencia es, a la vez, un don de Dios y perdón para los pecados. ¿Quiere eso decir que Dios hace su parte perdonándome y yo hago la mía obedeciendo? No, todo cuanto interviene en nuestra salvación es para alabanza y gloria de Jesucristo, nuestro Dios y Salvador.
Quien base su salvación en la fe en Jesús recibirá dos cosas: (1) perdón para sus pecados y (2) el deseo de obedecer. La salvación es y hace esto como resultado de la fe en Jesús.
En la vida cristiana, la fe y la obediencia tienen la misma relación que en el corazón se establece entre las aurículas y los ventrículos: son inseparables. Jamás pueden trabajar de manera independiente. Una persona perdonada siempre orar pidiendo obedecer.
Obedecer de corazón la voluntad de Dios no es legalismo. Es un don maravilloso que Dios otorga a quienes aceptan a Jesús como su Señor y Salvador. ¿Ha aceptado el don de la obediencia que Dios le otorga? Basado en Lucas 6: 46
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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