Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén los querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida (Génesis 3:24).
«Oslo, terror en el paraíso». Así titularon los periódicos la tragedia. Oslo es la capital de Noruega, un país muy pequeño, de poco menos de cinco millones de habitantes. Todo el país, no solo la capital, es como un paraíso. La belleza de la geografía es solo una razón para considerarlo; la otra es la paz, la tranquilidad y la armonía. Los noruegos consideran normal salir de casa sin cerrar con llave o pasear sin temor a ser víctimas de algún delito. Como un símbolo de la armonía y la paz que reinan en el país, cada 10 de diciembre se entrega en Oslo, en el Palacio del Ayuntamiento, el Premio Nobel de la paz.
Pero, de repente, el terror se apoderó del paraíso. Un asesino de nombre Anders Behring Breivik, hizo explotar un coche bomba precisamente frente al palacio del ayuntamiento, mudo testigo de un trágico acontecimiento, inolvidable para todos los ciudadanos del mundo.
Johan Kristian Tanberg grabó con su teléfono móvil el escenario, segundos después de la terrible explosión. Aquello era indescriptible: muertos y heridos esparcidos por todas partes.
Desde la Segunda Guerra Mundial, Noruega no había visto amenazada su seguridad. Por primera vez desde el final de aquel conflicto bélico, soldados fuertemente armados sustituyeron a los policías desarmados para patrullar las calles de la conmocionada ciudad.
Los terribles acontecimientos sumieron en la consternación a los ciudadanos de una de las capitales del mundo reconocidas por su civilidad, decencia y honorabilidad. El dolor se reflejaba y se sentía entre la gente que no se resignaba a aceptar lo sucedido.
Más de cien mil personas se dirigieron en silencio hacia la catedral, llevando una flor blanca en la mano. Todos se saludaban unos a otros, cruzaban miradas, se abrazaban y juntos retomaban la marcha hacia el templo, con el único fin de depositar una flor en señal de duelo y solidaridad. Y todos comprendieron que la vida en el paraíso había cambiado para siempre. Cuan sugestivo nos parece este título: «Terror en el paraíso».
¿Te imaginas cómo se sintieron Adán y Eva cuando vieron las primeras señales de muerte en la naturaleza por causa de su pecado? La vida en el paraíso terrenal nunca fue igual. Todavía escuchamos los lamentos en el mundo entero. Nuestras propias tendencias nos recuerdan que algo anda mal. Pero esto no es para siempre. Dios restaurará el paraíso perdido y tú podrás estar en él.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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