Amar a Dios consiste en obedecer sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga. Juan
En Aneyoshi, Japón, una tabla de piedra situada en la ladera de una montaña salvó la vida de todos los habitantes de la aldea. La piedra, tallada muchas generaciones atrás, transmitía el siguiente mensaje de parte de los antepasados de los lugareños: “No construyan sus hogares por debajo de este punto”. Por increíble que parezca, las aguas del tsunami que asoló las costas de Japón en marzo de 2011 se detuvieron exactamente a 900 metros del monumento. Por debajo de ese punto, según periodistas del Neur York Times, “el valle era una escena de destrucción total”. Por haber obedecido la advertencia, todos los habitantes del pueblo se salvaron.
“Nuestros antepasados experimentaron las devastadoras consecuencias de un Lsunami, y por eso erigieron esta piedra como una advertencia para nosotros”, afirmó Tamishige Kimura, personalidad del lugar. De hecho, a lo largo de toda la costa de Japón hay cientos de piedras, algunas con más de seiscientos años de antigüedad, que sirven como testigos silenciosos de destrucciones pasadas. Sin embargo, la mayoría de los japoneses modernos, confiados en los avances tecnológicos aplicados a la construcción en países con frecuentes movimientos sísmicos, han decidido olvidar o ignorar estas advertencias.* Todo parece indicar que están condenados a sufrir las mismas consecuencias que sus antepasados.
Dios ha visto las devastadoras consecuencias del pecado sobre la naturaleza humana y, como muestra de su amor por nosotros y de su preocupación por nuestro bienestar nos ha dejado dos tablas de piedra grabadas con un mensaje de salvación (ver Exo. 20:3-17). En ellas ha marcado claramente los límites dentro de los cuales hemos de construir nuestras vidas para gozar de un futuro esperanzador. ¿Me atreveré a edificar más allá de esos límites ignorando las advertencias y confiando en los avances de la vida moderna? Entonces he de ser consciente al menos de los riesgos que corro.
Si, inmersa en los afanes de la vida, estoy olvidando o ignorando los recordatorios de Dios para mi bienestar, debo detenerme un instante y reconducir lo que sea necesario para que de nuevo todo calce perfectamente dentro de los límites establecidos por el Creador para mi salvación. No traspasemos los puntos que con su sabiduría nos ha marcado tan claramente.
“Recuerden lo que ha pasado desde tiempos antiguos. Yo soy Dios, y no hay otro; soy Dios, y no hay nadie igual a mí” (Isa. 46:9).
* The New York Times, 20 de abril de 2011.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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