“No hay otro Dios como tú, porque tú perdonas la maldad” (Miqueas 7:18).
Harry Orchard no tuvo muy buena reputación. Se dice que asesinó a unas veintiséis personas. Su historial delictivo incluyó haber participado en la explosión de una estación de tren en la que murieron trece personas, haber atentado contra el gobernador de Colorado y haber intentado matar a miembros de la Corte Suprema del estado. En 1903 se convirtió en bigamo y el 30 de diciembre de 1905 asesinó a Frank Steunenberg, el exgobernador de Idaho.
Dos días después del asesinato, Harry fue capturado. En la cárcel tuvo tiempo para meditar en lo que estaba haciendo con su vida. Una de las preguntas más acuciantes que revoloteaban en su mente era: “¿Perdonaría Dios mis pecados?” Cuando fue trasladado a la cárcel del estado de Idaho, en Boise, Harry tuvo contactos con el detective James McParland, a quien le confesó todos sus delitos.
Tras leer sobre Harry en un periódico, David Paulson decidió enviarle una Biblia, con el objetivo de que el reo conociera más de la misericordia divina. Según nos cuenta James R. Nix, en un artículo publicado en Adventist Review (8 de mayo de 2014, pp. 19-22), tan pronto recibió la Biblia, Harry comenzó a estudiarla junto con otro recluso que había estado recibiendo estudios bíblicos de un adventista del séptimo día. Mientras estudiaba las Escrituras, Harry Orchard comprendió que Jesús había dado su vida para salvar a criminales como él, y que el Dios de la Biblia está dispuesto a perdonar al peor de los pecadores. Comprendió que nadie es tan malo ni ha llegado tan lejos, que no pueda ser transformado por el amor de Dios. La gracia de Cristo tocó su corazón y se produjo en él la experiencia del nuevo nacimiento.
Sentirse perdonado por Dios impulsó a Harry a declararse culpable de todos los cargos que se le atribuían. Como su confesión disipó cualquier duda sobre su culpabilidad, el juez lo sentenció a la pena de muerte. Su abogado apeló y logró que le rebajaran el castigo a cadena perpetua. Harry Orchard comprendió que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20, NVI). Aunque estaba preso, llegó a ser un hombre libre en Cristo Jesús.
Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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