“Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas”. Maleo 7:12
¿Cabe misericordia para individuos criticones como tú y yo? ¡Aleluya, la hay!
Y encontrarás el secreto en uno de los instrumentos de carpintería. Es una cinta métrica, o regla, que todo carpintero necesita para guiarse por una medida uniforme invariable. Usas la regla y siempre consigues dimensiones idénticas y los mismos resultados cada vez. Pero, como todo carpintero sabe, debes atenerte a las medidas de esta regla. Si te desvías de ella, arruinarás tu trabajo.
Ese fue, por supuesto, el meollo de la enseñanza del Carpintero divino al darnos su norma directriz uniforme que seguimos llamando la regla de oro. La hemos memorizado desde la niñez: “Obra con los demás de la forma en que te gustaría que obrasen contigo”. Hablando en plata, trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti. Para esto no hace falta saber latín. Es la regla de oro de la carpintería del carácter.
Y, como observa mi amigo y colega Skip MacCarty, viene siendo la regla de oro del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo desde la eternidad en el pasado: “El pacto de amor trinitario se revela en que cada uno trata a los demás como querría ser tratado si se invirtieran sus papeles […]. La‘regla de oro’ (Mat. 7:12) sondéalas profundidades del compromiso de Dios hacia el interior, dentro de la Trinidad, y hacia el exterior, a toda su creación” (In Gra- nite or Ingrained?, pp. 4,5). El Carpintero divino siempre ha vivido según su propia regla de oro. Por eso Jesús, que tenía todo el derecho de condenar a Judas, quien lo traicionó, en voz baja lo llamó “Amigo” (Mat. 26:50). Jesús trataba a Judas de la forma precisa en la que él anhelaba ser tratado, como un amigo. Fíjate en cómo trató a sus burlones verdugos. El Juez de toda la tierra (Juan 5:22) -el único que con justificación podía lanzar invectivas contra toda aquella pandilla de malhechores- se negó a condenarlos. En vez de ello, cuando extendieron las manos del divino Carpintero para clavarlas a la madera misma que él había modelado una vez, con su último vestigio de fuerza buscó en su corazón quebrantado y sacó su regla, la regla. Y trató a sus enemigos de la forma misma en que querría que lo trataran a él si sus posiciones se intercambiaran. Oró por misericordia para salvarlos.
¿No te parece que el ejemplo de Jesús puede ser el antídoto más simple para el espíritu de crítica de nuestro tiempo? Interceder por la mujer en vez de criticarla. Orar por el hombre en vez de juzgarlo. ¿Te puedes imaginar qué ocurriría si viviéramos según la regla de oro del Carpintero del Calvario?
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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