«¿Hasta cuándo, ingenuos, amaréis la ingenuidad? ¿Hasta cuándo los burlones desearán burlarse y los insensatos aborrecerán el conocimiento?» (Proverbios 1: 22, RVR95).
¿Conoces a alguien que se burla de todo el mundo? Sí, de esos que ponen apodos a los maestros y compañeros, que son sarcásticos, bromistas y criticones a niveles asfixiantes. Además, son ingeniosos para encontrar los detalles más insignificantes de tus rasgos físicos o emocionales para luego magnificarlos delante de los demás. En algún momento de la vida todos hemos pasado por lo mismo.
Recuerdo a un compañero del equipo de baloncesto durante el bachillerato. Después de una excelente temporada en el torneo escolar, yo había terminado como campeón de encestes. Pero entonces llegó un nuevo maestro de educación física para organizar el equipo de la escuela, así que me invitó a formar parte de la selección de baloncesto; sin embargo, no me dejaba jugar. Había un chico muy cercano a él que no dejaba de molestarme. Me puso un desagradable apodo y se burlaba de mí porque estaba entre los suplentes y no jugaba. En los entrenamientos no perdía la ocasión de fastidiarme. El entrenador se daba cuenta, pero no parecía importarle. Mientras tanto, yo trataba de concentrarme en los ejercicios que se me indicaban. Este chico era vulgar, burlón y bromista también con el resto de los jugadores. Era un obstáculo para establecer la disciplina en el equipo. Todo parecía un caos que luego se notaba en los partidos oficiales. Aquella temporada fue terrible, en parte, porque un tipo mordaz era un estorbo para establecer un ambiente de respeto, orden y trabajo serio en el equipo.
La gente burlona es, en realidad, muy insegura. Lo único que pretende es presentarse como personajes muy seguros de sí mismos y desviar la atención de su propia vulnerabilidad, fruto de evidentes complejos de inferioridad. Por eso se ensañan con otros criticándolos con una furia inexplicable, como si gozaran viendo sufrir a los demás. Un joven cristiano nunca debiera convertirse en un burlón.
¿Cómo enfrentar a los burlones? Ignóralos. Al hacerles caso, solo le echas más leña al fuego. Y eso es lo que buscan con sus provocaciones. Sin embargo, lo cierto es que sus palabras mordaces a veces se quedan en la conciencia y hacen mucho daño. Por eso, recuerda especialmente el gran valor que tú tienes para Dios y para tu familia. De ahí que haya que combatir los dardos venenosos de estos pícaros cantamañanas con sólidas declaraciones que te ayuden a mantener una autoestima saludable. A mí me gusta mucho esta: «Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he amado» (Isaías 43: 4, RVR95).
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020
UNA NUEVA VERSIÓN DE TI
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2020
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