Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Génesis 3:21.
En el Museo de Arte de Boston, cuelga un gran cuadro de Adán y de Eva abandonando su hogar jardín. La pintura está dividida en dos partes: una clara y la otra oscura. Del lado derecho, la luz del sol ilumina cada árbol, arbusto, flor y arroyo. Incluso, la luz del sol que se filtra a través de los grandes árboles que hacen sombra tiene un resplandor especial cuando toca el hermoso césped. En el centro del cuadro, sin embargo, una caverna como de salida conduce hacia la oscuridad que está más allá. Vestidos con ropa hecha de pieles de animal, Adán y Eva acaban de entrar en las sombras y están caminando, con sus cabezas gachas, fuera del feliz Edén. Un perro que gruñe merodea en las sombras. La senda pasa justo delante de una cascada, que se hace rocío por la fuerza de una tormenta que se avecina. Al mirar el cuadro, puedes sentir algo de cuán tristes debieron haberse sentido.
Pero Adán y Eva llevaban consigo una promesa futura que brillaba aun en las sombras profundas al este del Edén. Esa promesa era Jesús. Aunque ahora el diablo podía tentar y molestar en cualquier parte del mundo, el Salvador ciertamente vendría y viviría entre nosotros y por su muerte aplastaría, finalmente, todo el mal. Como si pisara la cabeza de una serpiente venenosa para matarla, Jesús destruirá, al final, a Satanás y a todo lo que él representa.
Dios le dijo a Adán que ahora tendría que trabajar en contra de espinas, malezas y otros rastros del pecado. Pronto el aire se volvió frío y algo extraño comenzó a suceder. Hoy nos gusta ver los resultados coloridos de este cambio. Particularmente los fotógrafos disfrutan sacando fotos de las hojas rojas, anaranjadas y amarillas durante el otoño. Pero Adán y Eva lloraron cuando vieron caer la primera hoja.
‘Cuando vieron, en la caída de las flores y las hqjas, los primeros signos de la decadencia, Adán y su compañera se apenaron más profundamente de lo que hoy se apenan ios hombres que lloran a sus muertos’ [Patriarcas y profetas, p. 46).
¡Imagina a Adán y a Eva parados debajo de un árbol y llorando sobre las hojas caídas como nosotros lo haríamos si estuviéramos en el funeral de una persona amada! Ellos sabían que su desobediencia había arruinado las cosas hermosas que Dios había hecho.
Muerte. Ahora estaba sobre ellos. Las mismas pieles de animal que Dios les había dado para que se vistiesen les recordarían, una y otra vez, que el pecado trae muerte.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
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Por: Jan S. Doward
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