Extendió una nube por cubierta, y fuego para alumbrar la noche. Salmo 105:39.
Aunque el sol todavía no había salido, todos en la tierra de Gosén estaban levantados. Este era el día que los israelitas habían anhelado por tanto tiempo.
Moisés les dijo que consiguieran todo lo que pudieran de los egipcios como paga por todos esos años de trabajo gratuito. Artículos de plata, utensilios, ropa -cualquier cosa que pudiera llevar- era de ellos. Y los egipcios estaban tan ansiosos de que los hebreos se fueran que, gustosamente, les daban cualquier cosa que quisieran.
¡Que tremenda cantidad de gente, todos moviéndose antes del amanecer! La multitud tampoco era toda de israelitas. Había egipcios que los acompañaron también. Algunos de este grupo realmente creían en el verdadero Dios y quería estar con su pueblo, pero el grueso de ellos solamente quería escapar de las plagas o, como tanta gente que es atraída por las multitudes, solo quería ir con las masas por excitación y curiosidad. Este tipo de personas siempre le causaría problemas a Israel.
Organizados en compañías, cada una con un capitán, la gran multitud de gente, cuyo número era más de dos millones, finalmente se ordenó y comenzó a moverse hacia el sur. Los efectos de sonido eran tremendos: bebés llorando, vacas mugiendo, ovejas balando, niños gritando, padres llamando a sus hijos… todo sumado en una conmoción grande y clamorosa. ¡El ahora famoso Éxodo estaba en marcha!
En algún lugar más adelante, donde el aire era más claro, estaba Moisés, liderando a toda la muchedumbre. Y delante de él, estaba Dios.
Allí afuera, a través de la desértica ruta al oeste del mar Rojo, el Señor usó una gran nube para guiar a su pueblo en la dirección en que debía ir. Era todo un espectáculo. La gran columna se movía lenta y constantemente hacia adelante, y la gente la seguía. Cuando se detenían para descansar, la nube se extendía sobre el pueblo como una gran carpa para protegerlos de los rayos quemantes del sol del desierto. ¡Su frescura y su humedad eran un gran alivio! Dios no quería que su pueblo sufriera un golpe de calor. Y a la noche, cuando acampaban, la nube se convertía en una columna gigante de fuego, que alumbraba toda el área.
El Señor estaba intentando pacientemente enseñarle a esta pobre gente a amarlo y a confiar en él completamente.
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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