La peor vejez es la del espíritu. William Hazlitt
Tres hermanas de 92,94 y 96 años vivían juntas. Una noche, la mayor subió a darse un baño, pero cuando tenía una pierna dentro del agua preguntó: “¡¿Estaba saliendo o entrando de la bañera?!” La hermana del medio respondió a la distancia: “¡Ahora subo y te lo digo!” pero, a mitad de camino, preguntó: “¡¿Estaba yo subiendo o bajando las escaleras?!” La más pequeña, que estaba en la cocina, sacudió la cabeza y dijo: “Espero nunca perder la memoria como ellas”. Así que “tocó madera” fuertemente golpeando tres veces la mesa e inmediatamente gritó: “¡Ahora subo, primero voy a ver quién está llamando a la puerta!”*
No quiero envejecer, pero tampoco puedo tapar el sol con un dedo e ignorar los cambios de mi cuerpo y de mi carácter propios de la edad. Desde pequeña le decía a mi madre: “No quiero que te hagas mayor”, y sigo sin quererlo, pero ahora tengo una perspectiva más madura de la vejez, porque “no hay quien tenga poder sobre el aliento de vida, como para retenerlo, ni hay quien tenga poder sobre el día de su muerte”
(Ecl. 8:8, NVI); así que yo también digo: “Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente adquiera sabiduría” (Sal. 90:12).
En una encuesta publicada el 14 de noviembre de 2006 en el USA Today se hizo la siguiente pregunta a 1.019 adultos: “¿Qué edad te gustaría tener eternamente?” Las respuestas fueron: Menos de 18 años, el 2%; entre 18 y 20, el 4%; entre 21 y 30, el 35%; de 31 a 40, el 29%; de 41 a 50, el 14%; entre 51 y 60, el 6%; más de 61, el 3%; y un 7% no sabe no contesta. Casi nadie quiere acercarse a la vejez, probablemente por temor a la muerte o al deterioro físico. Pero para todas nosotras hay una maravillosa promesa: “Cuando nuestra naturaleza corruptible se haya revestido de lo incorruptible, y cuando nuestro cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, se cumplirá lo que dice la Escritura: ‘La muerte ha sido devorada por la victoria’ ” (1 Cor. 15:54).
Aprovechemos la perspectiva que nos da la madurez y los días que tenemos por delante para crecer en fe y amor, y para dar lo mejor de nosotras. Recordemos, en nuestro trato con la gente mayor, las palabras inspiradas: “No me desprecies cuando ya sea viejo; no me abandones cuando ya no tenga fuerzas” (Sal. 71:9). Seamos un apoyo para nuestros mayores y llevemos con optimismo nuestro propio proceso vital.
*Craig Larson y Phyllis Elshof, 1001 lllustraticms that Connect (Michigan: Zondervan, 2008), p. 9.
“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente adquiera sabiduría” (Sal. 90:12).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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