Un viento huracanado dejó a los navegantes completamente desorientados en medio del mar Mediterráneo. Para controlar la situación, arriaron velas, aseguraron el bote salvavidas y arrojaron al agua una gran cantidad de enseres para aligerar la carga. Ni la pericia de los expertos, ni el empeño de los marineros fueron suficientes para controlar la tempestad; y finalmente, resignados, quedaron a la deriva.
Pasaron varios días en oscuridad y la desesperanza fue tan grande que ni siquiera tenían ganas de comer. A pesar de ello, el apóstol Pablo exhortó a los tripulantes de la embarcación a confiar en Dios y tener buen ánimo. ¿Cómo se puede tener buen ánimo cuando aparentemente todo va hacia la ruina? «Pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, y me ha dicho: “Pablo, no temas […] Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”» (vers. 23-24).
La tormenta seguía igual y el mar seguía embravecido, pero la esperanza en que Dios cumpliría su promesa de salvarlos dio ánimo y fortaleza a los que estaban a punto de naufragar. De esta manera, dejaron el ayuno a un lado y esperaron en la nave hasta el momento de encallar.
En sentido figurado, también nosotros atravesamos distintas tormentas. Hay grandes dificultades que nos toman por sorpresa y, aunque tratamos de enfrentarlas con valor, los esfuerzos se tornan insuficientes y la pericia de los expertos limitada para recobrar la calma y estar tranquilos.
A veces, el desánimo agrava la situación y la desesperanza quita el deseo de satisfacer hasta las necesidades mínimas: el sueño se adquiere con dificultad y el alimento pasa a un segundo plano. Aun así, es posible renovar las fuerzas y recobrar el ánimo, confiando en que Dios dará salvación. «Os salvaré y seréis bendición. ¡No temáis! ¡Cobrad ánimo!» (Zacarías 8:13), dice el Señor.
Aunque la tormenta se extienda más de lo esperable, ¡ten ánimo! ¡No tengas miedo! Tienes una promesa de salvación que te ayudará a soportar las pruebas.
Los tripulantes de la nave debían permanecer a bordo para que esta promesa fuese efectiva. Para ti y para mí, esa nave es Cristo. El Señor dijo: «Permaneced en mí. […] Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (Juan 15:4, 9-10).
¿Estás atravesando una gran tormenta? ¡Ten ánimo! Dios ha prometido su salvación. Mientras tanto, permanece en Cristo, guardando sus mandamientos, pues es el modo indicado para permanecer en su amor.