«¿Por qué en Israel no deja de repetirse aquel refrán que dice: "Los padres comen uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes"?» (Ezequiel 18:2).
Hoy estamos caminando junto a un cercado. Eso no es gran cosa, lo sé. Pero no es del cercado de lo que quiero hablarte, sino de lo que está creciendo en él. ¡Son uvas! Prueba una. ¡Espera! Debí advertirte que esta no es la misma clase de uvas que se consiguen en el supermercado. Son uvas salvajes, ¡y son amargas! A mí personalmente me gustan, pero no todo el mundo piensa igual. El versículo de hoy dice la verdad al afirmar que las uvas amargas destemplan los dientes, es decir; producen incomodidad.
Hay un refrán que habla de las uvas amargas. Dice que alguien está comiendo uvas amargas cuando está tratando de disimular que en realidad está lloriqueando por no haber conseguido lo que buscaba, aunque antes hubiera dicho que no lo quería.
Aunque a mí me encantan las uvas salvajes, creo que nosotros no deberíamos ser «uvas amargas». Jesús quiere que testifiquemos alegremente de él. Él quiere que seamos personas sinceras y alegres que llevemos luz y vida a dondequiera que vayamos. Puedes comer toda la fruta que quieras, pero no lances uvas amargas a los demás.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush