lunes, 31 de diciembre de 2012

CAMINO AL HOGAR


«A cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce cosechas al año, una por mes; y las hojas del árbol son para la salud de las naciones [...]. ¡Miren que vengo pronto!» (Apocalipsis 22:2-7, NVI).

Hoy estoy un poco triste porque es nuestro último día en esta aventura a través de la Biblia. En cada libro de la Palabra de Dios hemos visto a Dios a través de su creación. Comenzamos con Génesis y estamos terminando en el último capítulo de Apocalipsis.
¿Recuerdas el río de la vida que el ángel nos mostró ayer? Si miras a cada lado de él verás un árbol con dos troncos. Cada tronco nace en uno de los lados del río. Las ramas y las hojas de este árbol se extienden por sobre el río. ¡El árbol de la vida también tiene doce tipos de frutas!
El versículo de hoy también nos dice que las hojas del árbol son «para la salud de las naciones». Creo que eso significa que Dios quiere que «curemos» el odio que nos rodea. Dios es amor; y él quiere que vivamos juntos y que nos amemos los unos a los otros.
¡Jesús viene pronto! Y él quiere llevarse al cielo a todos aquellos que creen en él. Dales «salud» a todos los que tratas diariamente mostrándoles el amor de Dios.  Y no olvides esto: ¡Esta aventura a través de la Biblia jamás debe terminar para ti!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA NUEVA PÁGINA


Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. (Salmo 90:12)

El último día del año, al igual que varios de los días previos al mismo, tiene un significado muy especial para muchos. Algunos experimentan un cierto alivio de todas las fatigas de los meses pasados; otros se lamentan por las decepciones y los fracasos. Pero, ¿cuántos nos gozamos sinceramente y agradecemos a Dios por lo que hemos recibido de parte de él durante el año que ha terminado? ¿Cómo hemos vivido los trescientos sesenta y cinco días de este año que hoy termina?
Quizá hayamos alcanzado muchos de nuestros sueños, anhelos y esperanzas. Es posible que hayamos obtenido las metas propuestas. Respecto a los logros espirituales, quizá hayamos crecido un poco más en el conocimiento y en la comunión con Dios, al permitirle que dirija nuestras vidas, al depender más de él.
Pero, ¿y si no hemos conseguido mejorar en lo material o en el ámbito intelectual? ¿Qué tal si no hemos progresado en nuestra relación con Dios? ¿Y si no hemos conseguido la victoria sobre nuestros defectos de carácter? Bien, hoy probablemente no es el mejor momento para lamentarnos, pero sí para hacer una breve reflexión.
Pablo llevó a cabo un inventario casi al final de su vida. El apóstol admitió que no había alcanzado la perfección. Probablemente tampoco la hemos alcanzado nosotras este año que dejamos atrás. Sin embargo, Pablo nos muestra una alternativa y nos dice que proseguía al blanco, porque hay algo importante al final del camino. Apunta hacia la perfección y se concentra en ella. Notemos que lo que Pablo menciona tiene dos vertientes:
Primero, olvidar los fracasos, las frustraciones, los temores y las necedades del pasado. En segundo lugar, proseguir hacia el blanco que está ante nosotras. Perseveremos continuamente y conseguiremos metas con la ayuda del Señor. Regocijémonos porque no estamos obligadas a permanecer estáticas en el crecimiento cristiano.
A la conclusión de estos doce meses nada más oportuno que dejar a los pies del Señor la «vida vieja». El libro del año viejo está cerrado. Abre el del año nuevo.
¡Feliz año nuevo!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre

LA CLAVE


No digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante. Filipenses 3:13.

¿Qué podría pasar con una persona que intenta caminar hacia adelante mientras mira hada atrás?. Pues, seguramente no avanzará mucho y, muy probablemente, también tropezará. Resulta curioso que esto es lo que muchos hacen en la vida: quieren avanzar, pero con la mirada puesta en el pasado.
Nuestro texto de hoy nos invita a dejar atrás lo que ya pasó y a fijar nuestra atención en lo que está adelante. Sin embargo, ¿cómo podemos lograr esto? Tomados de la mano de Dios, tal como lo señala Minnie Louise Hoskins en el libro God Knows (Dios lo sabe): «Y dije al hombre que estaba a la puerta del año: "Dame una luz, para internarme en lo desconocido". Y él respondió: "Pon tu mano en la mano de Dios. Eso será para ti mejor luz que un camino conocido"».
«Pon tu mano en la mano de Dios». Aquí está la clave. Aférrate a la diestra del Todopoderoso, y recorre los 365 días del nuevo año confiando en que su dirección será para ti «mejor luz que un camino conocido».
Deja atrás los fracasos del año que terminó, tus desalientos y tus pesares. Si un amigo te dio la espalda, hay otros que estarán a tu lado para apoyarte en los momentos difíciles. Si experimentaste un fracaso sentimental, Dios proveerá una pareja idónea para ti. Si tuviste problemas académicos, en el nuevo año las cosas irán mejor. Si no has tenido buena salud, con la bendición de Dios vas a mejorar. Si un proyecto que iniciaste no prosperó, ya habrá oportunidad de reiniciarlo o de emprender otro, para la gloria de Dios.
Coloca, no solo tu mano, sino también tu vida en las manos de Dios. Él sabe cuidar lo que confías a su fiel cuidado. Hasta aquí te ha ayudado y siempre te sustentará con su diestra poderosa.
Por mi parte, oro a Dios para que estas lecturas devocionales hayan sido de utilidad en tu vida. Lo han sido para mí. La ocasión también es propicia para desearte un año nuevo rico en bendiciones; y para pedir...
«Que el Señor te bendiga y te proteja; que el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad; que el Señor te mire con amor y que conceda la paz» (Núm. 6:24-26)

Señor, toma mi mano y guíame cada día a lo largo del nuevo año que pronto comenzará

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ÉL TIENE LAS LLAVES


«Yo soy el primero y el último,  el que vive. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y de Hades» (Apocalipsis 1:17,18).

Medía dos metros. Su cabello era oscuro y sus ojos azules. Nació en 1915, tenía cinco hermanos y fue educado en el adventismo. Se casó a los 24 y, al cabo de un año, vine yo. Mi padre era ministro del evangelio y su primer destino fue como director de los Ministerios de Iglesia de la Asociación de Kentucky-Tennessee, con sede en Nashville, la capital de Tennessee.
Recuerdo que solía sentarme en su rodilla y me hacía saltar como si fuera montado en un caballo. Yo me agarraba con fuerza mientras él imitaba el galope de un vaquero a lomos de su caballo.
Papá solía contarme las historias que se inventaba de un conejo que siempre se las apañaba para escaparse del zorro que lo perseguía. Mi padre me inspiró para que lo siguiera en el ministerio.
Pasaron los años. El cabello de papá empezó a volverse gris cuando todavía estaba en mitad de la treintena, cosa que le daba un aspecto distinguido. Ganar almas era su pasión. Así como algunos hombres tienen aficiones, la de papá, y también su trabajo, era ganar almas para Jesús.
Y pasaron más años. Ya tenía bisnietos. Y luego vino la enfermedad de Parkinson. Doy gracias porque mi hermana menor se hizo cargo de él hasta su último día. Lo echo de menos. También echo de menos a mi madre. Por eso, el versículo para memorizar de hoy significa tanto para mí: «Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Apoc. 1:17,18).
Job dijo: «El hombre que muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi vida esperaré, hasta que llegue mi liberación» (Job 14:14). Sí, volveremos a vivir. Mi padre y mi madre volverán a vivir. Sus seres queridos volverán a vivir. Estamos a punto de comenzar un nuevo año. No sabemos qué nos deparará. Pero, sea lo que sea, sabemos que un día tendremos ante nosotros, no un año nuevo, sino un cielo nuevo y una tierra nueva porque Jesús tiene las llaves. ¡Maranata!  Basado en Apocalipsis 1:17,18.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

domingo, 30 de diciembre de 2012

NOS VEMOS AHÍ

«El ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero» (Apocalipsis 22:1, NVI).

¿No es hermosa? Hoy hemos entrado por las puertas de la Nueva Jerusalén y tenemos en frente la ciudad. Mira, un ángel se está acercando a nosotros. Qué brillante es. Quiere que lo sigamos. Me pregunto hacia dónde nos lleva.
¡Mira eso! ¡Es el trono de Dios! Postrémonos frente a él. Dios nos está pidiendo que nos levantemos y que veamos lo que el ángel nos está mostrando. Jamás había visto un río tan hermoso. ¡Qué agua tan pura! Puede verse claramente cada piedra; cada pez y cada planta. No hay ninguna clase de contaminación en él.
¿No desearías que los ríos, lagos y océanos de la tierra fueran así de limpios? A veces están tan contaminados que los peces se mueren y el agua no se puede ni tomar.  Pero en el cielo todo es puro. ¿No te gustaría tener un corazón tan puro como el río de la vida? Deseo tanto poder vivir con Jesús. Quiero ser puro. Quiero conocer a Dios.
Bebe hoy abundantemente de las palabras de vida de Jesús. Puedes encontrarlas en la Biblia.  Vive por Jesús y nos encontraremos en el cielo, junto al río de agua de vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NACER DE NUEVO


Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3).

Mi querida amiga, seguramente te habrás preguntado muchas veces, al igual que Nicodemo: «¿Cómo se puede realmente nacer de nuevo? ¿Qué implica ese nuevo nacimiento?».
Espero que estemos convencidas de la seriedad espiritual que esto encierra y de lo vital que es haber entendido que únicamente podemos nacer de nuevo cuando aceptamos de todo corazón a Jesucristo como nuestro Señor y bendito Salvador. Esa fe manifestada mediante el bautismo, es lo que conocemos como conversión. La misma es algo que nos lleva a través del agua y del Espíritu a contemplar el reino de Dios.
Ahora bien, es muy posible que algunas de nosotras hayamos bajado a las aguas bautismales sin entender del todo el profundo significado de ese acto, y que lo hayamos hecho sencillamente por cumplir un ritual. ¿Por qué el Señor estableció ese rito como un primer paso en la senda de la fe? Solo él conoce la respuesta precisa, pero lo que sí podemos ver es que cuando aceptamos la gracia salvadora de Jesús a través de su muerte expiatoria, él comienza a transformar todo nuestro ser y nuestro carácter mediante la obra de su Santo Espíritu. Nos lleva a ser creyentes cristianas y nos convierte en un testimonio vivo. Entonces experimentaremos un cambio en nuestra forma de pensar y de comportarnos: ahora actuaremos conforme a lo que creemos.
Según abandonamos la forma antigua de vivir, el Espíritu Santo comienza a implantar en nuestras vidas una nueva naturaleza, de acuerdo con nuestra fe. Ya no seremos las mismas personas. La semilla implantada por el Espíritu Santo en el momento del bautismo ha florecido y nos permite llevar los frutos del nuevo creyente. ¡Una nueva vida en Cristo Jesús!
Querido Padre, permíteme aceptar la gracia de Jesús para renacer como una nueva mujer.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

LAS COMPUERTAS DE CIELO


Pruébenme en esto [...] y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde. Malaquías 3:10, NVI

Hace tiempo una compañera de trabajo me envió por correo electrónico el relato de un jovencito ciego que solía pedir limosnas en los escalones de un edificio. Cada día se le podía ver ahí, con su sombrero para recibir las monedas, y un cartel que decía: «Soy ciego. Por favor, una limosnita». Así transcurrían sus días, hasta que ocurrió un hecho interesante. Resulta que un hombre se le acercó y, después de colocar unas monedas en el sombrero, agarró el letrero y escribió unas palabras en la parte de atrás. Luego lo colocó de modo que la gente leyera el nuevo mensaje. Al poco rato el sombrero comenzó a llenarse de monedas con rapidez inusual.
Al final de la tarde el hombre que había escrito el nuevo mensaje regresó para ver qué tal iban las cosas. Entonces el joven ciego aprovechó para preguntarle.
—¿Qué hizo usted para que la gente me diera más dinero?
—Sencillamente cambié el letrero que usas para pedir ayuda.
—¿Y qué escribió?
—Escribí: «Este es un hermoso día, pero yo no puedo verlo».
¡Qué interesante! Ambos letreros solicitaban ayuda. Pero había una «pequeña» diferencia: el segundo mensaje recordaba a la gente la gran bendición que significa poder ver. Y este hecho nos enseña una gran lección: Deberíamos ser un poquito más agradecidos a Dios por el sinnúmero de bendiciones que cada día nos da; bendiciones que disfrutamos como si tuviéramos todo el derecho del mundo a ellas.
Al acercarnos al final de un año más, te pregunto: ¿Puedes ver la luz de un hermoso día? Si la respuesta es afirmativa, entonces agradece a Dios. ¿Puedes oír el canto de los pajarillos? ¿Hay comida en tu mesa? ¿Tienes familiares y amigos que te aprecian? ¿Puedes asistir al colegio, a la universidad? ¿Tienes un cuarto y una cama limpia dónde dormir?
Mi amigo, mi amiga, Dios nos ha rodeado de innumerables bendiciones este año. Más de las que podemos contar. ¿Qué tal si ahora mismo inclinas tu rostro y elevas una oración de gratitud a tu Padre celestial?

¡Gracias, Padre amado, porque durante este año me has colmado de tantas bendiciones!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SU AMOR ES COMO EL ORO


«"Mía es la plata y mío es el oro" dice Jehová de los ejércitos» (Hageo 2:8).

Hace algunos años, mi esposa y yo visitamos Sudáfrica, el mayor productor mundial de oro. Uno de nuestros amigos nos preguntó si nos gustaría visitar una mina de oro abierta recientemente. Nos encantó la idea.
Entramos en un ascensor y bajamos al fondo de la mina. La mina ya tenía 1,600 m de profundidad y se esperaba profundizar otros 1,600 m más. La roca aurífera es arrancada y transportada a la superficie donde se reduce a polvo. Uno de los métodos empleados para obtener el oro es calentando ese polvo en un horno que está a una temperatura muy elevada.
Un viejo refrán dice: «No es oro todo lo que reluce». Por ejemplo, el mineral pirita tiene un brillo parecido al del oro y un color amarillo metálico. A menudo se confunde con el oro y, por lo tanto, se la llama el «oro de los tontos».
A algunos cristianos se los podría llamar «cristianos tontos». Son tontos, no porque engañen a nadie, sino porque se engañan a sí mismos. Definitivamente, no engañan a Jesús, porque él afirma: «Tú dices: "Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad". Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico» (Apoc. 3:17,18). El oro representa el amor, el fundamento del gobierno de Dios.
Jesús se refería específicamente a los laodicenses. La palabra «laodicenses» significa «personas que deciden por sí mismas». Pueden ser lo que les apetezca en el momento que crean oportuno sin necesitar la ayuda de Dios ni de nadie. A ellos Jesús les dice: «Piensan que son oro y no son más que pirita, el oro de los tontos. Les ruego que vengan a mí y compren oro auténtico, probado en fuego y puro al 100%. No del de Sudáfrica, sino del mío».
El consejo de Jesús no es para una iglesia, es para nosotros, usted y yo.  Basado en Apocalipsis 3:14-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

sábado, 29 de diciembre de 2012

NACIDO DOS VECES


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

Bueno, hasta aquí llegamos. Este es el último día que vamos a pasar en los alrededores de los muros de la ciudad. Los últimos dos días de este año vamos a estar dentro de la ciudad.
La piedra preciosa número doce de los muros de la ciudad es la amatista. Yo tengo una pequeña amatista en mi colección de piedras. Aparte de su hermosa coloración púrpura, la amatista es mi piedra natal. ¿Sabías que tú tienes una piedra natal? Pregúntale a alguien cuál es tu piedra natal. Cada mes del año tiene una.
Es muy divertido celebrar los cumpleaños y coleccionar piedras, pero el día en que naciste no es la fecha más importante de tu vida. La fecha más importante de tu vida fue el día en que naciste de nuevo. Nacer de nuevo significa aceptar a Jesús como e guía de tu vida. Significa aceptar que él murió en la cruz por tus pecados. Significa que le crees cuando te dice que tienes la vida eterna. Es divertido tener una piedra natal para celebrar tu cumpleaños, pero es mucho mejor tener la cruz de Jesús que representa tu nuevo nacimiento.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

SEÑOR, ¿QUÉ DIRÉ?


Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. (Éxodo 4:12).

Trabajaba como maestra en una escuela adventista de Caracas y sentía la curiosidad de experimentar con otro nivel de enseñanza, por lo que envié mi curriculum a la universidad donde estudiaba mi hija. Me sorprendí cuando al día siguiente me llamaron, no para hacerme una entrevista, sino para que comenzara a trabajar de inmediato. Sentí algo de temor, pero recordé que Dios estaba conmigo.
Le pedí a Dios sabiduría y que me ayudara en esa nueva y desafiante responsabilidad, pero sobre todo que me permitiera testificar de él. A finalizar mis clases concluía con una breve e inspiradora reflexión, por lo que los alumnos se marchaban reconfortados y agradecidos.
Luego me asignaron otra materia más comprometedora, pues era una de índole religiosa. De antemano dije que yo era adventista y que no iba a enseñar algo que fuera contrario a mis principios, y me respondieron que yo era quien seleccionaba los temas así como la forma de presentarlos. Al revisar el programa de la asignatura encontré que los temas cubrían aspectos que nosotros dominamos adecuadamente. Bueno, mis clases dieron de qué hablar, porque utilicé nada más y nada menos que el curso La fe de Jesús, que tengo en forma de presentaciones audiovisuales. Además utilicé dinámicas grupales, analizamos textos de la Biblia, les pedía que leyeran porciones de la misma, por lo que los alumnos se sintieron satisfechos y entusiasmados.
Cuando terminó el trimestre pensé que quizá no me llamarían más. Sin embargo, para mi sorpresa me ofrecieron enseñar cuatro materias, a la vez que me felicitaron por mi trabajo. Al principio no sabía cómo hacerlo, pero me aferré de Dios y confié en una de sus promesas: «Ahora pues, ve, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de hablar» (Éxo. 4:12).
¡Alabado sea Dios! No me falló. Hermana mía, pídele a Dios que te dé la oportunidad de hablarle a alguien, de testificar por él, para que quienes te rodean conozcan a nuestro maravilloso Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana de Jesús Da Rocha

LA TECLA DE «BORRAR»


Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Colosenses 3:2

En su artículo «El teatro de la mente», Randy Fishell cuenta la historia de un lorito que tenía la habilidad de repetir las vulgaridades que escuchaba. Cierto día, después de repetir una de esas palabrotas, la dueña del loro lo quiso escarmentar: 
—¡Mira, loro vulgar, te voy a encerrar en el congelador para que aprendas a no decir malas palabras!
Acto seguido, lo agarró por el cuello y lo lanzó dentro del congelador. Cuando la mujer consideró que ya había pasado suficiente tiempo, lo sacó.
—Muy bien, lorito —dijo la señora—. ¿Has aprendido que no debes decir malas palabras?
—Sí, señora —dijo el lorito, temblando del frío—. No diré más malas palabras. 
Pero, por pura curiosidad, ¿qué dijo el pollo que está allá adentro para que lo dejaran tanto tiempo? (Adventist Review [Revista adventista], 15 de agosto de 2002, pp.  25-27).
Al parecer, el lorito no había aprendido del todo la lección. Pero su habilidad para recordar justamente lo malo que escuchaba ilustra bien lo que muchas veces nos sucede a todos. Oímos una historia de esas «de tono subido» y la recordamos sin ningún esfuerzo. Vemos en televisión una imagen censurable y ahí está todavía en nuestro cerebro, como esas manchas rebeldes que tanto cuesta sacar de la ropa. Esta realidad la expresó muy bien el escritor inglés Thomas Fuller cuando dijo: «Hace casi cincuenta años escuché un chiste vulgar y todavía lo recuerdo; en cambio, he olvidado tantos pensamientos nobles, que escuché hace menos tiempo». ¿Cómo evitar esas manchas rebeldes? Al vigilar bien «las avenidas del alma»; es decir, los sentidos, para que nada sucio o inmoral entre a nuestra mente. Porque una vez que lo sucio entra, ¡cuánto cuesta sacarlo! ¡Qué bueno sería tener la capacidad de eliminarlos como lo hacemos en la computadora: con solo pulsar la tecla de «borrar» (delete, en inglés)! Pero sabemos que no funciona así. El asunto es mucho más complicado.
¿Conclusión? Evitemos lo malo desde el primer momento. Y como dice nuestro texto de hoy, aprendamos a amar las cosas buenas, las celestiales. Solo así las terrenales perderán su poder de atracción sobre nosotros.

Santo Espíritu mora en mí.  Solo así podré desarrollar el gusto por las cosas celestiales.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ALGUIEN ESTÁ A LA PUERTA


«Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo» (Apocalipsis 3: 20).

Cuando tiene vacaciones en la universidad y está en casa, Kristie, una de nuestras nietas, trabaja a tiempo parcial en una tienda de alimentos naturales. El otro día, cuando Betty y yo fuimos a su tienda para comprar algunas cosas, me di cuenta de que, cuando nos acercamos a la puerta, se abrió automáticamente. Esto no es nada sorprendente, porque en casi todas las tiendas a las que vamos a comprar hay puertas automáticas, si no para entrar, al menos para salir. Las puertas automáticas, las escaleras mecánicas, los ascensores y los automóviles son tecnología que elimina cualquier oportunidad de hacer ejercicio. Pero esa es otra historia. Ahora solo hablamos de puertas automáticas.
Una cosa es segura: En casa no hay puertas automáticas. Nuestra puerta está siempre cerrada, día y noche. Pero tenemos timbre. Quien venga a vernos tiene que golpear la puerta o hacer sonar el timbre. Si no esperamos visitas, miramos por el cristal de la puerta para ver quién es. A veces, abro la puerta pero, si no veo quién es, no la abro del todo. Hay ocasiones en que uno de nuestros hijos dice: «Soy yo» y abrimos la puerta de par en par.
Jesús dice que está a la puerta y llama. Por supuesto, se refiere a la puerta de nuestra vida. Si vemos que es él y le abrimos el corazón, entrará como nuestro invitado.
Cuando Jesús viene a nuestra casa no hay una puerta automática que se abre. Entregar la vida a Jesús no es cosa que se haga de forma automática. Algunas puertas se abren tecleando un código o pasando una tarjeta. Pero Jesús no marca un código ni usa una tarjeta. Solo entrará si nosotros mismos le abrimos la puerta y lo invitamos.
Hay quien hace como si no estuviera en casa cuando quien llama es alguien que no le cae simpático. Con Jesús eso no funciona. Él sabe que estamos y llama.
Jesús, oigo que llamas. Gracias por tener tanta paciencia. Entra, eres bienvenido. Basado en Apocalipsis 3:20.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

viernes, 28 de diciembre de 2012

EL MÉTODO DE DIOS


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

¿Puedes creerlo? Ya llevamos cinco días seguidos caminando alrededor de las murallas de la Nueva Jerusalén. Pero no debería sorprendernos, después de todo, cada una de las murallas de la ciudad tiene miles de kilómetros de largo. ¡Impresionante! 
Hoy vamos a examinar la piedra número once en las murallas de la ciudad. Se llama Jacinto. El jacinto también es conocido como zircón, y gran parte de este se encuentra en la India. Una de las cosas especiales del zircón es la manera en que se cristaliza. Muchas de las piedras que conocemos fueron en algún momento líquidos. Cuando estos líquidos se enfriaron, crearon formas especiales. Estas formas se conocen como cristales. Lo más asombroso del zircón es que siempre crea la misma forma cuando se enfría. Parece que tiene su propia manera de hacer las cosas.
Dios también es así. Él tiene su propio método para hacer las cosas, y podemos encontrarlo en la Biblia. El método de Dios nos ayuda a amar al prójimo, a ser más bondadosos con los demás y a decir siempre la verdad, al leer hoy su Palabra y aprende cuál es el método de Dios para hacer las cosas. Esa es la mejor manera de vivir la vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EN EL MOMENTO PRECISO


Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. (Salmo 40:1).

Anhelaba reiniciar mis estudios universitarios, ya que los había abandonado cuando me quedé embarazada de mis hijas, y se me había hecho imposible continuarlos. Esperé y oré a Dios, preguntándome cuándo sería el momento adecuado. Hice varias diligencias en diferentes oportunidades y la respuesta fue negativa.
Mi esposo obtuvo su licenciatura en Teología y fue invitado a trabajar en la capital de nuestro país, Caracas. Entonces dije: «Ahora sí que ha llegado mi oportunidad». Inicié nuevamente los trámites y la respuesta de nuevo fue negativa.
Para aquel tiempo a mi madre le detectaron un cáncer de mama avanzado, por lo que yo debía cuidarla todas las tardes. Así pasé con ella los cuatro años que duró su tratamiento. Eso lo hice con todo el amor, la buena voluntad y el cuidado que una madre merece; pero no olvidaba mi anhelo de continuar estudiando.
En el año 2000 solicité ser admitida a un programa de Pedagogía, pero no tuve éxito. Por momentos pensé que Dios no escuchaba mis oraciones. Sin embargo, no me di por vencida. Al año siguiente le dije a mi esposo que aquel año comenzaría a estudiar de una forma u otra. Él se preguntaba quién iba a cuidar a mi mamá, pero yo le respondí que ya nos arreglaríamos.
Ya en el 2001 presenté todas las pruebas de admisión al mismo programa de Pedagogía y no solo fui admitida, sino que obtuve una beca. Yo saltaba de alegría y le pedí perdón a Dios, a la vez que le agradecía por responder mi oración a su tiempo. Mi preocupación ahora era respecto al cuidado de mi madre. Sin embargo, mi madre fue empeorando, y quince días antes del inicio de las clases falleció. Sufrí y lloré muchísimo, pero en todo le di gracias a Dios porque él es quien dirige y controla mi vida y permite que las cosas sucedan a tiempo.
Amiga, no te desesperes si estás a la espera de una respuesta que has procurado durante muchos años. Espera pacientemente en Jehová y él hará grandes maravillas. Yo no solo me gradué, sino que obtuve el mejor promedio de mi promoción. ¡Y todo lo debo a él!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana de Jesús Da Rocha

«CANASTAS» DE ESPERANZA


Evita que te desprecien por ser joven. 1 Timoteo 4:12

Cuando Austin se sentó frente al televisor, no imaginó que las imágenes que vería cambiarían su vida y la de muchas personas. En una vivienda de barro, en condiciones deprimentes, se veía a una niña de Zambia que había perdido a sus padres por causa del sida.
«La escena era muy triste —dijo Austin años más tarde—. Mientras la veía, me preguntaba qué sería de mí si yo perdiera a mis padres. Entonces me pregunté qué podía hacer para ayudar. Sentí que Dios me estaba diciendo que hiciera algo al respecto».
Y lo hizo, aunque de una manera un tanto inusual. Resulta que a Austin le gusta el basquetbol. Se le ocurrió entonces que por cada tiro libre que encestara, alguien donara un dólar para un huérfano del África. Entonces organizó lo que llamó un Maratón de Tiros Libres. Él mismo lanzaría muchos tiros libres, centenares, y los patrocinadores del evento donarían dinero por cada uno que acertara. El día escogido para el evento fue el Día Mundial para la Lucha contra el Sida, organizado por las Naciones Unidas, en este caso, en diciembre de 2004.   Ese año recolectó casi tres mil dólares, suficientes para ayudar a ocho huérfanos por medio de la organización benéfica World Vision.
World Vision corrió la voz y en otros lugares del mundo se realizaron eventos similares. En los siguientes cuatro años, se recolectó medio millón de dólares. Parte de ese dinero se usó para construir una escuela en Zambia, y parte para construir un laboratorio médico y un centro de orientación, con fines de prevenir la trasmisión del sida.
Cuando le preguntaron a Austin, quien para ese momento tenía 14 años, qué lo había motivado a fundar Hoops of Hope (Canastas de esperanza), respondió sin vacilar: «Queremos evitar que haya más niños huérfanos. Y también queremos que conozcan el amor de Cristo. [...]. Para ello no tienes que cambiar el mundo. Basta con cambiarlo para una persona» (Mark Moring, Christianity Today, diciembre de 2008, p. 47).
¿Será que Dios está tratando de decirte algo específicamente a ti? Si permites que Dios te use, tú también podrías ser un instrumento de bendición para otros, sea que estén cerca o lejos de ti.  Al igual que Austin , ¿qué tal si le preguntas a Dios qué puedes hacer hoy, no para cambiar al mundo, sino para cambiarlo para una persona?

Padre celestial, quiero ser un instrumento útil en tus manos, comenzando HOY

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SEÑOR DE SEÑORES


El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Apocalipsis 11:15.

Al cumplir las escrituras con su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús también mostró lo que sucederá en el futuro. Nuestro Señor no siempre será rechazado. En el futuro habrá días de triunfo. «La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo» (Sal. 118:22). Espero el día en que los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de nuestro Señor y de su Cristo. Y mire, ¡yo estaré allí!
Él se sentará en el trono de David, su padre, y su reino no tendrá fin. El Señor reinará por los siglos de los siglos. ¡Aleluya! ¿Acaso no le dijo Dios el Padre: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones y como posesión tuya los confines de la tierra» (Sal. 2:8)? En ese día, el que fue rechazado de los hombres será la gloria de su pueblo.
Imagine la alegre procesión, subiendo por la colina hasta el trono de su Padre. Tras él iremos los que, en él, vinimos desde los confines de la tierra.
Los patriarcas se unirán a los apóstoles y los profetas andarán junto a los mártires. Usted y yo también caminaremos junto a ellos. Todos a una voz entonarán el mismo cántico: «¡Hosana al hijo de David!  ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (Mat. 21:9). Por tanto, en la entrada del Señor por las calles de la antigua Jerusalén, tenemos una visión de las glorias extraordinarias que le esperan en la Nueva Jerusalén, donde se sentará en el trono y sus enemigos serán su escabel (Mat. 22:44).
Apreciado lector, no podemos permitir que nada nos distraiga de este magno acontecimiento. El día que entró en la Jerusalén terrenal, Jesús tenía enemigos; en la tierra, nosotros también los tendremos. Pero vendrá un día mejor. Por su gracia estaremos allí y uniremos nuestra voz al coro de los redimidos. Oro para que, además de nosotros, también estén nuestras familias y nuestros hijos.  Basado en Lucas 19:29-44.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

jueves, 27 de diciembre de 2012

AMIGOS COMO NOSOTROS


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

Hoy examinaremos la décima piedra preciosa de las murallas de la Nueva Jerusalén. Se llama crisopraso. De hecho, el crisopraso es una variedad de calcedonia de color verde manzana. Me pregunto por qué Dios puso dos clases de la misma piedra en las murallas de la Nueva Jerusalén. ¿Será que se le acabaron las piedras preciosas? No lo creo. Hay muchos tipos de piedras preciosas que él pudo haber utilizado para la muralla. Entonces, ¿por qué lo hizo?
Lamento decirte que no tengo la respuesta, pero esto me hizo recordar a mis mejores amigos. ¿Por qué? Porque creo que Dios pone en nuestras vidas gente que se parece mucho a uno para bendecirnos. Estos son los amigos con los que podemos jugar y conversar y que a pesar de saber cómo somos nos siguen amando. Ellos son un poquito diferentes a nosotros, como la calcedonia y el crisopraso, pero se parecen mucho en varios aspectos. ¿No te alegra que nuestro Dios haya sido tan bueno al haber puesto personas tan maravillosas en nuestra vida que sean tan parecidas a nosotros? ¡En verdad Dios nos ama!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA NECESIDAD DE TODO CRISTIANO


Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe.  (Gálatas 5:22)

Creo que el ser humano hace muchas cosas buscando su felicidad, pero estas no le proporcionan un gozo duradero y real. Entre esas cosas se encuentran las que intentamos para satisfacer los deseos de la carne. Pero el placer carnal es momentáneo y egoísta, no considera a los demás sino solo a uno mismo, y no genera frutos positivos y mucho menos duraderos. Algunas de estas prácticas conducen a vicios que minan la salud física, emocional y espiritual.
Por ejemplo, cuando alguien recurre a las bebidas alcohólicas, experimenta un gozo falso, porque el mismo es pasajero y poco saludable. Por otro lado, quien persigue el gozo genuino acude a Dios en busca de un gozo verdadero y duradero.
Jesús nos mostró cómo vivir gozosos a pesar de las dificultades y problemas que nos toque enfrentar aquí. Y ese gozo no se basa en intentar satisfacer los deseos ni alcanzar el placer temporal, sino en la búsqueda de la paz espiritual. Jesús pudo soportar cada prueba, cada tentación y cada maltrato que recibió con valor y con gozo, porque contemplaba la redención de la raza humana.
«Que el instrumento humano considere el hecho solemne de que el día del ajuste de cuentas está ante nosotros, y que diariamente estamos decidiendo cuál será nuestro destino eterno. El Maestro examina cada caso individual, y trata personalmente con los talentos que nos ha confiado. Qué solemne es el día del ajuste de cuentas. Ese día hará empalidecer muchos rostros. El interés futuro y eterno de cada alma depende de las decisiones que se realicen en aquel día. Tendremos gozo inefable o indecible calamidad y desgracia, los horrores de la desesperación. Cuánto le agradará a Jesús recompensar a cada fiel obrero. Cada deber lealmente realizado recibirá su bendición. Entonces pronunciará las palabras: "Bien hecho"» (A fin de conocerle, p. 325).
Debemos mantener nuestra mirada fija en Jesús y compartir el gozo que nos espera en un futuro no muy lejano, cuando Dios restaure todas las cosas a su estado original. Entonces nuestro gozo, al igual que el de Jesús, estará cumplido y lo experimentaremos a plenitud, aunque ahora lo veamos únicamente con los ojos de la fe.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

¡POR NADA DEL MUNDO!


Vengo pronto. Aférrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona. Apocalipsis 3:11, NVI

Elie era apenas un adolescente cuando fue capturado por los alemanes y trasladado junto a su padre a un campo de concentración, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Una de las experiencias desagradables que recuerda Elie se produjo cuando un capataz llamado Franek se dio cuenta de que Elie tenía una corona dental; es decir, un diente de oro. De inmediato, el hombre le propuso mejorarle su ración de comida si a cambio le daba su corona. Pero Elie se negó, alegando que sin ella no podría comer.
—Si no me das esa corona, te vas a arrepentir —lo amenazó el capataz. 
—Lo consultaré con mi padre —respondió Elie, tratando de ganar tiempo. 
—Pregúntale a tu padre, pero quiero una respuesta para mañana.
Aunque su padre se negó, Elie al final aceptó entregar su corona. Lo hizo, no solo pensando en la ración de comida, sino en especial para proteger a su padre, quien tenía serias dificultades para mantener el paso durante las marchas forzadas. Cada vez que el padre de Elie se equivocaba, Franek aprovechaba para golpearlo. Fue así como una tarde, con ayuda de un dentista polaco, Elie aceptó que le arrancaran la corona. A partir de ese momento, el trato de Franek hacia ellos mejoró y lo mismo ocurrió con la ración de comida. Pero la dicha no duró mucho: unas dos semanas después, Franek fue trasladado a otro campo de concentración. Elie se quedó sin su corona y sin su ración extra de comida.
«Cambié mi corona por nada», escribió Elie Wiesel, años más tarde, en su libro Night (Noche; extraído de The Night Trílogy, p. 62).
Nuestro texto de hoy nos exhorta a luchar para que nadie nos arrebate el premio supremo: la corona de la vida eterna. ¿Cómo lograrlo? Las Escrituras nos dan la fórmula ganadora: tenemos que despojarnos del «pecado que nos enreda», y correr «con fortaleza la carrera que tenemos por delante» (Heb. 12:1), puestos los ojos en Jesús, el campeón de nuestra fe. Que no te pase como a Esaú, que cambió la primogenitura por un plato de lentejas; o como a Judas, que cambió su corona por treinta piezas de plata.  Fija hoy tus ojos en Cristo.  Él es la perla de gran precio, tu tesoro más valioso.  Y cambiar ese tesoro… ¡No, señor! ¡Por nada del mundo!

Padre celestial gracias por darnos en Cristo el tesoro más valioso del universo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO SE ENOJE


«Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?» Hebreos 12:7

Tengo un nieto de once años. Los últimos años ha desarrollado una afición. Le gusta hacer fuegos artificiales. Esto significa que tiene que manejar productos químicos explosivos. Aunque es joven, ha aprendido mucho de química. Pero eso conlleva peligros. El otro día, mi hijo y yo hablábamos al respecto. Nos preocupa que algún día se queme o se lesione los ojos. Tiene poca experiencia con los explosivos y, a su edad, los niños no siempre son prudentes.
Pues bien, ¿qué puede hacer su padre (mi hijo) ante ese problema? Una posibilidad es ignorarlo y dejar que haga lo que quiera. Otra posibilidad es prohibirle totalmente que haga fuegos artificiales. Todavía hay otra posibilidad: dejar que siga, pero bajo estricta vigilancia.
Por supuesto, a nuestro nieto le gustaría que su papá lo dejara hacer lo que quisiera. Pero, puesto que mi hijo ama a su niño, lo disciplinará.  Es decir, que hará todo lo que pueda para impedir que su hijo se ponga en peligro. Y no lo hará por si mismo, sino por el bien de su hijo, porque lo ama. 
A veces, los cristianos hacemos cosas o vamos en una dirección que tarde o temprano acabará por dañar nuestra vida espiritual. Por supuesto, Jesús podría no hacer nada y dejar que suceda. Pero, de actuar así, no sería nuestro amoroso Salvador. Puesto que somos sus hijos, está especialmente interesado en nosotros: no quiere que nos extraviemos de camino al cielo.
Unas veces permite que suframos las consecuencias de las decisiones que tomamos. Otras, permite que en la vida se nos tuerzan las cosas con el fin de que volvamos al camino correcto.
Cuando sienta la tentación de preguntar «¿por qué?», piense en el versículo de hoy. Aquí tiene otro: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete» (Apoc. 3:19).  Basado en Apocalipsis 3:19

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

miércoles, 26 de diciembre de 2012

UNO AL LADO DEL OTRO


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

¿Puedes creerlo? Las murallas de la Nueva Jerusalén son tan grandes que ya llevamos tres días caminando alrededor de ellas. La piedra preciosa que estudiaremos hoy se llama sardónice. La sardónice es muy hermosa y está compuesta de varias capas.
Es como si tuvieras una cobija roja, una cobija blanca, una cobija marrón y una cobija negra puestas una encima de la otra. Después, encima de esas cobijas colocas de nuevo una cobija roja, una blanca, una marrón y una negra. Ahora tendrías una pila de cobijas muy colorida, ¿no? Bueno, la sardónice es así, solo que en vez de cobijas son capas de piedra. Imagínate todos esos colores juntos, uno al lado del otro.
Nuestro mundo se parece a eso. En él viven muchas clases de personas diferentes. Algunos son de colores diferentes, otros son de países diferentes, otros hablan idiomas diferentes, otros usan ropas diferentes. Son muchos tipos de personas diferentes juntas, una al lado de la otra.  Todos somos hermanos y hermanas, y Dios nos ama a todos por igual. Pídele hoy a Dios que llene tu corazón de amor.   Pídele que te ayude a amar a todas las personas que existen en el mundo que él ha creado.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA INVITACIÓN


A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. (Isaías 55:1)

Nosotros vivíamos en el pueblo mientras que nuestros padres se habían quedado en el campo para que pudiéramos asistir a la escuela. Cuando ellos venían a visitarnos traían productos de los que cosechaban para que los vendiéramos y obtuviéramos algo de dinero.
Mi hermana y yo tomábamos una canasta con los frutos y viandas y comenzábamos a recorrer las calles, pero pronto la vergüenza hacía que disminuyera nuestro entusiasmo. El pregón se hacía más débil hasta que llegaba el momento en que el silencio acompañaba nuestra caminata. Con la canasta en brazos buscábamos un lugar donde sentarnos a descansar, esperando que pasara un tiempo razonable para volver a casa.
No nos gustaba vender plátanos; éramos dos chicas tímidas que estaban entrando en la adolescencia. Aquella actitud nuestra me recuerda el gran amor de Dios. Jesús dejó un día su trono y, llevando sobre sí una pesada carga, recorrió nuestras calles y proclamó a gran voz: «El reino de los cielos está entre vosotros». Pero la gente, indiferente a aquella invitación, cerró sus oídos. Pero Cristo continúa diciendo: «Estoy a la puerta y llamo». No se toma un descanso. ¿Cómo podrá regresar a su casa sin haber extendido la invitación de manera insistente a cada hijo suyo?
«El ofrecimiento de la salvación es para todos los hombres (Mat. 11:28-29). Así se ha dispuesto lo necesario para hacer frente a todos los males causados por la caída de Adán. Esta salvación es tan abarcante en su aplicación, como lo fue la desgracia ocasionada por el pecado. Sin embargo, este don de la justificación no tiene validez a menos que sea aceptado por la fe (Juan 3:16), y no todos los hombres eligen creer» (Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 529).
Hoy no pregonamos ningún artículo perecedero. Hacemos el ofrecimiento de la salvación, de la cual somos partícipes, y es nuestro privilegio insistir para que los demás nos escuchen y acepten la invitación divina.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Norma Muñoz de Ruiz

¿RESERVADO ALGUNA LLAVE?


Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos. Proverbios 23: 26, NVI

Desertor. Según el diccionario, el «soldado que desampara su bandera». Casi suena a «traidor». Es un calificativo para nada agradable, pero es prácticamente lo que el apóstol Pablo dice de uno de sus colaboradores: «Demás, que amaba más las cosas de esta vida, me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica» (2 Tim. 4:10).
¡Qué triste! El nombre de Demás se menciona solo tres veces en la Biblia. En dos de ellas (Col. 4:14; File. 24) está incluido entre los que envían saludos a otros cristianos. Incluso en una (File. 24) se dice que está ayudando al apóstol Pablo en la predicación del evangelio. Pero luego desertó. Así no más, se fue. ¿Qué pasó?
El Comentario bíblico adventista explica que Demás vio en el encarcelamiento de Pablo un peligro para su propia vida. Al comparar las pruebas por las que atravesaba el apóstol con los placeres de Roma, la gran ciudad del momento, Demás simplemente optó por el camino más atractivo, el más fácil: abandonó «su bandera»; la bandera de la fe. Su nombre no se menciona nunca más después de eso. Pudo recibir honores inmortales, pero prefirió disfrutar de los placeres temporales del pecado (Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 360).
Pienso que el problema de Demás, en el fondo, lo describe de manera acertada el escritor Helmut Thielicke, que afirma que algunos cristianos entregan a Dios algunos aspectos de su vida pero «reservan» un sector al que, bajo ninguna circunstancia, le permiten el acceso. En el caso de Demás, Dios podía entrar a su corazón a través de cualquiera de sus puertas, menos por una. De esa puerta en particular Demás se reservó la llave. Colocó sobre ella un letrero que decía «PRIVADO». En otras palabras, nunca se entregó por completo a Dios. Y en el momento de la prueba, su fe naufragó.
¿Has entregado a Dios «las llaves de todas las puertas de tu vida» ? ¿O todavía hay una puerta que dice «ACCESO PRIVADO»?
Entreguemos a Dios el manojo completo de llaves, todo nuestro corazón, sin reservar nada. Acaso, ¿no entregó todo Cristo para salvarte a ti y también a mí?

Señor Jesús, con tu muerte en la cruz, ganaste el derecho de morar en mi corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SEGUNDO DÍA DE NAVIDAD


«Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21).

SEGUNDO DÍA DE NAVIDAD DE 2012
No soporto ver las luces de Navidad en todas partes. El árbol se cae a pedazos y entorpece el paso. Tengo el estómago revuelto. Creo que comí demasiados dulces. Estoy harto de escuchar a los niños que gritan y ríen y, al minuto, discuten y lloran. Todo el mundo parece inquieto y aburrido y yo estoy cansado de tener que compartir el baño con los invitados. Muchos de los juguetes nuevos o están rotos o han ido a parar al baúl de los juguetes. Incluso me molestan los villancicos y las canciones navideñas. ¡Ojalá pudiera quitar estos horribles adornos!

SEGUNDO DÍA DE NAVIDAD EN BELÉN, HACIA EL 4 a.C.
Los animales han salido y estarán en el campo todo el día; al irse, levantaron una buena polvareda y armaron un buen alboroto con tanto balido. Empezamos a establecer una rutina: despertar, comer, limpiar, dormir, despertar, comer, limpiar, dormir... Este establo es tan poco adecuado. .. Me pregunto cuándo podremos volver a casa. Hoy fui a la ventanilla del censador para inscribirnos. Aunque llegamos dos, registré a tres. Sí, claro: aunque es un bebé, también es una personita. Nuestros nombres ya están en la lista: José, María y Jesús.
No sé cómo sucede, pero el bebé hace que el establo se llene de amor. Es un bebé muy bueno y sin defectos. Llora cuando tiene hambre, cuando está cansado o cuando tiene frío. Con todo, es bueno, muy bueno.
Apenas he tenido tiempo de pensar en lo que ha sucedido estos últimos días. El ángel que se me apareció aquella noche dijo que María alumbraría a un bebé y que eso formaba parte de los designios de Dios. No entiendo nada, pero sé que hay algo sobrenatural en este niño.
Miro a María mientras mece al bebé en sus brazos. Parece como si supiera qué hacer desde el nacimiento. Sin embargo, yo tengo un sentimiento extraño. Es mi Hijo y, a la vez, no lo es. El ángel me dijo incluso cuál tenía que ser su nombre. Me dijo que lo llamáramos Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados.  

Señor, ayúdame a ser el padre terrenal que Jesús necesita.
Ayúdame a criarlo y formarlo para la obra que vino hacer.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

martes, 25 de diciembre de 2012

BRILLANDO EN EL POLVO


«Los cimientos de la muralla de la dudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda» (Apocalipsis 21:19, NVI).

¡Mira! Continuamos explorando el mismo versículo de ayer.   Ayer hablamos del ágata, y como hoy es Navidad, me parece que deberíamos hablar de una bella piedra preciosa de color verde llamada esmeralda. Las esmeraldas son hermosas, y han sido usadas en las coronas de reyes y reinas durante miles de años. Es asombroso que una piedra tan bella se encuentre en medio del polvo de la tierra.
Hoy se celebra el nacimiento del niño Jesús en esta tierra. Al igual que la esmeralda, Jesús era como un pequeño tesoro escondido en el polvo de la tierra. Él nació en un pesebre y creció en una ciudad malvada. Después de vivir entre nosotros durante 33 años, Jesús murió en una cruz polvorienta. Pero a pesar de que Jesús fue tratado como polvo, él fue en realidad una gema que mostró al mundo lo que es el amor de Dios. Él nos enseñó que el amor de Dios nunca se da por vencido con nosotros, por muy sucios y polvorientos que podamos estar.
Qué alegría me da saber que Jesús, la gema del cielo, murió por nosotros. Gracias a ello, un día no muy lejano nosotros brillaremos como esmeraldas en la santa ciudad celestial.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA LÁMPARA VIVA


Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. (Efesios 5:8)

Él era un viejo soldado que, aunque había participado en la Segunda Guerra Mundial, pudo regresar sano y salvo a su patria. Es cierto que se veía algo avejentado, pero conservaba una amplia sonrisa y una expresión de paz, como si nada pudiera preocuparlo.
Muchos de los jóvenes de la iglesia nos sentíamos atraídos por nuestro hermano, quien ahora era un soldado de Jesucristo. Esto era algo muy evidente por la forma en que vivía, ya que era un cristiano devoto que pasaba bastante tiempo en oración y estudiando la Biblia. Cualquier pregunta sobre la Biblia que le hiciéramos él la contestaba con rapidez. No solamente era entendido en las cosas de Dios, sino que nosotros los jóvenes podíamos conversar con él respecto a cualquier tema. Nunca faltaba a las reuniones de jóvenes, ni a nuestras actividades recreativas. Siempre tenía una palabra de ánimo para todos. Nos exhortaba a que fuéramos cada vez mejores, y a que pensáramos en lo bueno y esperáramos lo mejor de la vida.
La iglesia lo había encargado de encender las luces para las reuniones de los domingos y los miércoles en la noche. Siempre cumplía con ese deber muy a tiempo. Nunca rehuyó esa responsabilidad, ni tampoco se quejó.
Un domingo en la noche, cuando llegamos a la iglesia, vimos que las luces estaban apagadas. Eso era muy extraño. Debido a que vivíamos a cierta distancia de nuestro amigo no nos habíamos enterado de lo sucedido. Mientras nuestro hermano se dirigía a la iglesia aquella noche para cumplir con su responsabilidad, un auto lo había atropellado. Murió en el cumplimiento de su deber, llevando a cabo la tarea que la iglesia le había asignado.
Nuestro hermano fue una lámpara viviente, una luz para quienes lo rodeaban. Al mismo tiempo que encendía las lámparas de la iglesia contribuía a que la luz de Jesús brillara en nuestros corazones mediante el ejemplo de su vida.
¿Cómo te consideran los demás? ¿Acaso eres una hija de la luz y portadora de la misma?

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington

NAVIDAD ES…


«¡Gloria a Dios en las alturas!» Lucas 2:14

«La Navidad es más que fiestas y regalos. Es compartir». Un buen amigo, el doctor Leo Acosta Palma, me escribió estas palabras hace ya algunos años. Y para ilustrar lo que quería decir, compartió conmigo el siguiente relato.
Un jovencito de apenas doce años llamado Norman había salido con su padre a hacer unas compras navideñas de última hora. Cansado de cargar paquetes y, además malhumorado, deseaba llegar pronto a su casa. Entonces se le acercó un mendigo. El aspecto del hombre era deprimente: se veía sucio y andrajoso. Y cuando estiró su mano pidiendo limosna, Norman se apartó de él bruscamente.
 Cuando su padre observó la reacción del muchacho, le llamó la atención: 
—Norman, es Nochebuena. No tienes que tratar así a este pobre hombre. 
—¡Pero, papá! —replicó el jovencito—. Es solo un mendigo.
—Puede ser un mendigo —contestó el padre—, pero sigue siendo un hijo de Dios.
Luego el padre de Norman sacó un dólar de su billetera.
—Dale este dinero a ese hombre y dile que se lo das en nombre de Cristo. 
—¡Papá, no puedo hacer eso! —protestó Norman. 
—¡Ve y haz lo que te digo! —insistió el padre con firmeza. 
Muy de mala gana, Norman fue hasta donde estaba el mendigo. 
—Discúlpeme, señor —le dijo, con respeto—. Le doy este dinero en nombre de Cristo.
Sorprendido, el hombre miró primero el billete y luego fijó sus ojos en Norman. De pronto una sonrisa se dibujó en su rostro. Una sonrisa tan noble que por momentos ocultó la suciedad de su cara. Luego se quitó el sombrero y respondió: 
—Pues en nombre de Cristo se lo agradezco, jovencito. 
Cuenta Norman Vincent Peale, el jovencito de la historia, y quien llegó a ser un renombrado escritor, que al instante desaparecieron su cansancio y su malhumor. Incluso el ambiente pareció impregnarse de una cálida sensación de paz y armonía. ¿Qué había ocurrido? El milagro que se produce cada vez que miramos a otro ser humano como lo que es: un hijo de Dios. Es un milagro que se repite cada vez que brindamos amor y respeto en el nombre del Niño que nació para traer salvación aun al peor de los pecadores. De manera que, Navidad es... compartir el amor de Dios con todo el quise cruce en nuestro camino, tal como lo hizo Jesús cuando estuvo entre nosotros.

¿Puede haber mejor manera de celebrar el nacimiento del Niño?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala