«Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: "Conoce a Jehová", porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado» (Jeremías 31:34).
Quizá alguien pregunte: ¿Perdonar implica que tenemos que olvidar? La respuesta es: Sí... y no.
Sí, tenemos que olvidar en un sentido emocional. Cuando perdonamos desde el punto de vista de nuestras emociones, el resultado es que no habrá lugar para la venganza y el problema dejará de consumirnos.
Por otra parte, aunque Dios nos pide que perdonemos de manera unilateral, esto no significa necesariamente que queramos o debamos olvidar. Por ejemplo cuando alguien es nominado para hacerse cargo de la tesorería de la iglesia y si sabemos que en alguna ocasión tuvo problemas de honradez, informar de ello a la comisión de nombramientos no es actuar de forma vengativa.
Si alguien nos ha ofendido y nos negamos a perdonarlo, nos encontraremos con que el arrepentimiento de nuestros pecados se ve obstaculizado. Por tanto, en la medida en que nos sintamos justificados para no perdonar a los demás por lo que nos han hecho, dejaremos de reconocer nuestras propias faltas y racionalizaremos nuestros pecados.
Sé muy bien qué es estar lleno de amargura y resentimiento. Una vez me encontré con unas personas a las que yo no les caía bien y ellas a mí tampoco. Sin embargo, yo detestaba mi situación.
Me di cuenta de que eso estaba consumiendo mi espiritualidad y me estaba convirtiendo en una persona amargada y vengativa. Cuando la situación se hizo insoportable, la presenté al Señor en oración. Y Dios escuchó mis oraciones, sanó mi espíritu, me arrepentí y me perdonó.
Aunque mi amargura había desaparecido, la oración no pudo deshacer todo lo que me había sucedido. Todavía llevaba las cicatrices del conflicto. Mi vida había cambiado para siempre. Es preciso reconocer que el perdón no nos vuelve al punto de partida, sino que hará posible que avancemos desde el lugar en que estemos.
Jesús quiere que recordemos que todos tenemos acumulada una deuda de pecado mayor de lo que nunca podremos pagar. Hemos sido detenidos, juzgados y declarados culpables. Merecemos morir la muerte del pecador. Pero Jesús nos ha perdonado por misericordia y nos ha devuelto la libertad. ¿No deberíamos hacer lo mismo con nuestros semejantes? Basado en Mateo 18:35.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill